lunes, 20 de octubre de 2008

Dizque DMG es un milagro. Ja!

Como está la situación en los últimos días, si uno quisiera entablar muchas amistades en Colombia, no debería hablar mal de dos temas: el Gobierno de Uribe Vélez y DMG. Criticar fuertemente a alguno de los dos es exponerse a las malas miradas, comentarios pasados de tono y hasta a cierto grado de discriminación social. Pero ¿qué más da? Es mejor aplaudir lo que se merece un elogio y cuestionar lo que se muestra oscuro. Y esto último es el caso de DMG.

Para no ahondar en descripciones sobre esta empresa, hagámoslo de un modo corto: DMG es una entidad a la cual los clientes, personas como usted y yo, podemos ir a depositar un dinero; digamos que cien mil pesos. Y entonces nos entregan una tarjeta prepago por ese valor, con la cual podemos comprar lo que nos dé la gana, obviamente, en las tiendas de DMG y las recomendadas por ésta. Pero eso no es todo, a vuelta de unos meses DMG nos devuelve el monto invertido, hasta con rentabilidades del 150%. Tal como se ve: un sistema para multiplicar el dinero.

Además de que matemáticamente no logro entender cómo una empresa puede obtener ganancias con éste método, me causa estupor la forma en que las personas reaccionan ante las oportunidades de DMG. Pero vamos por partes: primero, si David Murcia Guzmán, cuyas iniciales dan nombre a esta empresa, lo que pretende es ayudar a los pobres ¿por qué termina viviendo como un magnate en Panamá? Y teniendo en cuenta esto, ¿cómo logra tantas ganancias para vivir como vive, teniendo en cuenta que antes de DMG el señor Murcia vivía en la inopia?

Él sostiene que inventó un nuevo modelo de negocios; complejo de entender, por cierto. Tanto que se ha llegado a relacionar sus actividades con contrabando y lavado de activos. Sin embargo, otro detalle que no encajaría en este caso sería que si se trata de un criminal, cuyos fondos son ilegales, ¿por qué no teme mostrarse públicamente en los medios, tal como ha sucedido? A Murcia le han entrevistado abiertamente en medios como Semana y El Tiempo. Claro que no por eso dejarán de ser sospechosas las cajas de dinero mojado que le fueron incautadas en Putumayo (unos $10 mil millones); el transporte de dinero en empaques marcados con etiquetas falsas del Plan Colombia y las operaciones ilegales de transporte de efectivo.

Allí ya existen suficientes razones para sospechar. No obstante, los adeptos de DMG siguen creciendo. Venden sus casas, lotes, fincas, carros, retiran el dinero de los bancos y hasta piden prestado para invertir en DMG. Incluso han llegado de traducir DMG como “Dios Mío, Gracias”, pues ya tacharon a Murcia como un enviado de Dios. Y es en esta llaga, donde quiero meter el dedo. Sobre todo porque eso ya se ha vuelto argumento para defender a DMG. “Nadie lo entiende, precisamente, porque es un enviado del Cielo”, llegan a decir.

“"Mirad: preservaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de lo que posee", les dijo Jesús a sus Discípulos. “Dadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Y el dinero no es cuestión de Dios. Así que no lo metamos en ese rollo. Porque si Dios nos hubiese querido ricos, Cristo no habría venido al mundo con un mensaje de salvación; no habría venido a decirnos “Ama a tu prójimo como a ti mismo”, sino que hubiese enviado un comerciante capaz de abrir las fronteras de China hace unos 2.000 años.

Y, para añadir, aunque nada ilegal le han comprobado a DMG. Sí es cierto que todo bien o servicio que se vende o se alquila en el país tiene un supervisor. Para los bancos está la Superfinanciera; para los colegios el Ministerio de Educación; para los transportadores, el de transporte; para los restaurantes, las Secretarías de Salud y el Invima. Para DMG no hay nadie. ¿No es sospechoso ya? No señores, yo no presto mi nombre a esa empresa, mientras no sepa con certeza quién la regula, cómo es su modelo de negocio y que es totalmente legal. Prefiero abstener y enfrentar la recesión quebrado a tener que arrepentirme más tarde.

martes, 15 de julio de 2008

Salir al sol


¿Para qué existe el día si no podemos admirarlo? Sí, tal vez esta frase no es más que la expresión del padecimiento de una crisis: la de los 25. (De los ‘neo-profesionales’). “Qué duro es empezar a trabajar”. Estás muy cansado para levantarte a ver el amanecer. “Prefiero dormir otros 15 minutos”. Y estás muy ocupado para ver anochecer. “Espérese termino esto”. Hoy nuestra vida transcurre en una silla: sentados frente a computador. (¿Cómo se trabajaba antes? Sin computador, claro. Pero ¿cómo?). Y todo afuera transcurre, ni siquiera lo vemos pasar. “Cierre la persiana, que la luz refleja en mi pantalla”. Se nos va. ¿Cómo podemos decir que la calidad de vida existe, si lo más lindo de ella, el día, no lo podemos contemplar? Claro, siempre existe la opción del sábado. ¡El Sábado! “Aprovecharé el sábado para hacer esos papeles. Hoy no tengo tiempo”. “El domingo hacemos mercado”. ¡La odiosa rutina! Ya no es posible pasar una tarde en casa. En familia, para algunos. En el hogar, para otros. Tal vez, pensaría, el ritmo de la vida moderna ya es el necesario para prescindir de las oficinas. Es el único paso que no hemos dado. Al fin de cuentas, entonces, la tecnología no nos facilita la vida: la complica. Nos obliga a quedarnos estáticos en el mismo lugar. Sabemos que amanece, pero no vemos el amanecer. Salimos de casa y el día ya está allí, pero cuando retornamos ya no está. “Comes, duermes, te levantas y regresas al trabajo”. “Desde el lunes no hablo con mis hijos. – me contaba alguien una vez – Llego a casa muy tarde. Este nuevo proyecto me hace salir del trabajo casi a las 10. Cuando llego están dormidos. Les doy un beso y espero que duerman tranquilos. Al día siguiente, salgo temprano, no alcanzo a verlos”. (Era jueves). ¿Qué sentido tiene esto, entonces? ¿Para dónde va la vida? Construimos calles bonitas, pero no caminamos despacio; El transporte más eficiente es aquel al que le cabe una mayor cantidad de personas; si quieres ver televisión, debes trasnochar; ¿Una película? Sí, claro, entre las 11 de la noche y la una de la mañana. “A esta hora, debería estar en casa, leyendo un libro. Pero no, estoy en cierre y son las diez”. (No, esta frase no es mía, es de una colega). Y el día transcurre afuera, sin nosotros, quienes estamos presos en un buró. “¿Por qué los liberados del secuestro se ven tan lúcidos?” Porque tuvieron días enteros para reflexionar. ¿Hace cuanto no reflexionas? Trabajas todo el día, nunca ves el sol. “¿Has notado lo blanca que tienes la piel?”. Y así se va la vida. Ojalá pudiéramos cumplir con el imperativo de aquella canción: “Hay que salir al sol...”.

lunes, 23 de junio de 2008

Los niños del cielo


Un andén, una esquina, una noche. Pasas por la calle maldiciendo que la plata no alcanza. Haces cuentas: ¿cuánto debo? Los servicios, el arriendo, el bus, la administración. Desde el cielo se oye una amenaza de lluvia. “Malditos ricos, lo tienen todo”. Te toca caminar, correr, bajar hasta la avenida antes de que suene el trueno. Si tomas taxi resulta costoso. Y te sientes desafortunado. “Maldita vida que me tocó. ¿Por qué todo es tan difícil?” No tienes el dinero para un negocio. Tal vez, tu trabajo no es el que quisieras. “Los sueños: ¿Esto es lo yo hubiera soñado? ¿Esto es lo que quería ser?”Y te quejas. Todo el tiempo de quejas de lo que tienes. Pero cruzas la calle. Estás llegando a la esquina y escuchas un gemido. Es un lamento de un niño que llora. No alcanzas a entender sus palabras, pero volteas la mirada. Y lo ves en el andén, recostado al lado de una pared mediana. Se arropa con una chaqueta y está acurrucado contra el muro. Su rostro no se ve porque da contra la pared. Y sigue llorando.

A esa edad, cuando yo lloraba así, lo hacía en el rincón de una cama. Si estaba muy triste, mi mamá, mi papá o mis hermanos iban a hablar conmigo y, de algún modo me sacaban una sonrisa. Pero no había ningún padre cerca de este niño. Lloraba. No se sabía por qué. Tendría frío, además. Y la lluvia ya había anunciado que vendría. Te das cuenta que no pudiste avanzar más. Sí, ibas caminando, pero te detuviste a mirar. “Los sueños. Al diablo los sueños. Yo estoy bien como estoy, pero ¿qué será de este pobre niño?” “No tiene cama, ni cobija. No tiene un lugar secreto para llorar”. Y todos pasan junto a él con indiferencia.

Siempre recuerdo que jugaba con mi hermano. Hasta hacíamos travesuras. Y cuando veo un par de niños vendiendo dulces recuerdo esas épocas. “Imaginábamos ser héroes que salvaban al mundo, aventureros como Indiana Jones, exploradores, policías y ladrones. Imaginábamos”. Estos niños no imaginan. Están obligados a pensar como adultos. “Tenemos que vender tantos dulces hoy”. Días atrás vi como dos niños lamentaban que sus dulces se cayeron por una alcantarilla. Se quedaron sin nada para vender. ¿Por qué? Por andar jugando. Y el niño de la acera continúa llorando. Quieres acercarte. Preguntarle qué pasa. Ayudarlo. Das un paso. “¿Y si fuera una trampa para robarlo a uno?”. “Maldito país que nos ha sembrado la desconfianza”. ¿Te atreves o no? La verdad, ni siempre. Hay personas que sí lo hacen. Atenderían al niño y, tal vez, lo llevan hasta una panadería para comprarle un roscón. Otros se van rezando por él. “¡Dios le ayude! ¡Dios ayude a todos los pobre, desconsolados y desahuciados niños de la calle!”. “De ellos es el reino de los cielos”. Ése que, muchos dudan que existe. “Los hombre, al fin y al cabo, todo es culpa de los hombres, los seres humanos. Por los hombres existen los pobres”. Y para los pobres está el reino de los cielos. Sí, el de los cielos. Porque de los ricos es el reino de la tierra.

viernes, 6 de junio de 2008

Cavilaciones extraditadas


A veces termino en tertulias en las cuales me entero de cosas increíbles. Hace unos días, por cuestiones del periodismo, terminé metido en una reunión social de empresarios. Había pasado poco después de la extradición de los paramilitares y, como era de esperarse, el tema salió a flote. Y allí había gobiernistas y anti-gobiernistas. Pero me impresionó la afirmación de uno de los asistentes: “de buena fuente me dijeron que lo mínimo, LO MÍNIMO, que pagaban los jefes paras a los guardias, para que les metieran un teléfono celular era cinco millones de pesos”. Era de esperarse, claro, que entonces los procesos judiciales se complicaran.

Cualquiera concluiría, claro, que el poder de los paras seguía intacto aún en la cárcel. Sí claro, hasta aquí no he descubierto más que agua tibia. Y esa es la razón que se adujo para extraditarlos. “Estaban entorpeciendo los procesos de justicia y paz”. (Desde ralito, de hecho, no habido ni justicia, ni paz). Puede ser, sí, que entorpecieran la justicia, de hecho, el hallazgo de la caleta con las escrituras de Jorge 40 demuestra que quienes tenían información empezaron a revelarla después de la extradición. Pero, por más que la extradición se haya planeado en secreto durante meses, como dijo Mindefensa, es muy raro que se los enviara así: de la noche a la mañana. “Yo me voy a quedar despierta esta noche – le dijo Tola a Maruja – ¿Vos creés que me voy a perder la extradición de mañana por quedarme dormida?”

Me viene, entonces, una escena de una novela de Camilleri. Un detective del Servicio Secreto le dice al Comisario Montalbano que las sospechosas muertes que el protagonista está investigando fueron causadas porque el servicio secreto notó que sabían mucho sobre un asunto de estado y por eso debieron “neutralizarlos”. De ahí que lo primero que me pregunté fue si el gobierno quiso “neutralizar” a los paras con la dichosa extradición. ¿Será que sabían mucho? Y si era así ¿qué es lo que sabían? ¿Por qué extraditarlos “rapidito” a las 3, 4 ó 5 de la mañana, casi sin decir nada?

Pero después surgió otra duda: la duración de las penas. En Estados Unidos pagarían, por mucho, ocho años de cárcel. Nada. ¿Y cuando salgan volverán? No, no seamos ilusos. Bien podrían quedarse por allá. Se fueron sin decirnos nada, sin contarnos todo. “Se marcharon para siempre... ...gime el viento en los aleros, desmorónanse las tapias...”. Entonces el panorama es más claro: quedaron neutralizados para así no revelar lo que fueran a revelar. ¿Y el premio? Una temporada corta en la cárcel por haber enviando unos kilos de coca a Estados Unidos (porque nunca se pueden demostrar todas las toneladas de las cuales son responsables) y la tan preciada libertad. Les evitaron pasarse a la justicia ordinaria y el devolver todas las tierras.

Claro está, todas estas son conjeturas, cavilaciones. Pueden considerar estos párrafos un relato de ficción, puesto que nadie tiene pruebas ni conoce la verdad. Tal vez, después de muertos, Dios nos cuente lo que sólo él sabe que pasó. Mientras tanto, seguiremos gobernados y acosados por la impunidad. Al fin y al cabo, en este país, las personas honradas siempre “llevamos del bulto”, como se dice en el campo.

viernes, 30 de mayo de 2008

Cierres

Cuando trabajas en una revista, tienes cierres. Y cuando tienes cierres pasan problemas y afanes por tu cabeza. Y de repente, te pones sentimental. Recuerdas: cuando era niño me gustaba leer la prensa, las revistas. Y ahí leía comentarios sobre libros, discos, personas. Hablaban de temas nacionales y de farándula. Cromos, Cambio 16, Semana, El Espectador, eran nombres que tal vez me admiraban. Y creía en esos cometarios; pensaba que eran opiniones sofisticadas de personas que trabajaban y conocían mucho sobre la sociedad, el país y el mundo. Quienes escribían, tal vez, tenían sus manos el don del conocimiento.
Quise ser periodista y ahora soy yo quien escribe. Y desde este lado veo cómo siempre corre la improvisación, el texto para rellenar el espacio, las frases que nos inventamos para embellecer un artículo, la parafernalia de montar las fotografías para que todo se vea bonito. Se devela la verdad de que nada es original ni exclusivo: esta empresa o la otra trabajan con los mismos, pero a una le va mejor. Todas las marcas de yogures tienen el mismo proveedor de saborizante. Todos los restaurantes, o la gran mayoría de ellos, le compran la carne al mismo productor. Y entra la noche y cortamos temas. Nos obligan a escribir bellezas de aquel que pagó. El criterio a veces se va al carajo y, si se puede, logramos contar con un par de páginas para incluir el tema que de verdad queríamos reportear, investigar. Y tal vez, si el tiempo alcanzó, hasta quedó bien hecho. Se imprime y, al día siguiente, volvemos a empezar.

Y entonces me pregunto, cuántos de nuestros lectores verán nuestros textos con la misma admiración que yo los leía cuando era niño....

sábado, 10 de mayo de 2008

1,2,3 ambulancias para todos


Antes de desfogar este post que me da vueltas en la cabeza desde hace algunos días, aclara que – como a todo buen cristiano – la muerte de las personas me duele y siempre lamentaré el hecho de ver cómo los seres humanos, de a uno, se marchan a mejor vida. La muerte - como decían los cuentos que mi padre relataba – se lleva a todos por igual. Es la más justa de las instituciones humanas. Y así sucedió con el Senador Fernando Castro (Q.E.P.D.), cuya muerte me produjo un extraño escozor en el cuerpo, por cuanto hace menos de un mes yo había escrito, aquí mismo, en contra de uno de los proyectos de Ley que él había propuesto en el Congreso de la República. De hecho, se desvaneció, víctima de un infarto, cuando defendía dicho proyecto. El resto de la historia ya lo conocen. La ambulancia no llegó; no hubo atención médica en el recinto; llegó a la clínica en un carro particular y murió más tarde. Después vino la oleada de los medios preguntándose: “¿Qué paso con la ambulancia y el servicio médico? ¿No es increíble que en un sector como éste esos servicios no estén disponibles?” Y llenando el panorama mediático de informes y artículos que entre líneas querían decir: “Si la ambulancia y el doctor hubiesen llegado, el congresista se hubiera salvado”. (“Si mi tía tuviera bigote, sería mi tío”, podría anotar, en modo irónico, una persona que conozco…)


Después del suceso, como para anotar una anécdota, Dario Arizmendi se la pasa llamando al Congreso, ejerciendo su labor de perro guardián del pueblo, como reza una de las definiciones del periodismo, con la intención de hacer una sola pregunta: “¿Ya hay camilla en las instalaciones de Congreso?”. Que hubiese habido una, querido Darío, no hubiera cambiado la suerte del Señor Castro. Ya el médico le había advertido, a comienzos del año, que debía reposar, dejar de fumar y no beber licor porque se exponía a un paro cardiaco. El hizo caso omiso, evidentemente, de las dos primeras. No había vuelta de hoja.


Pero que no llegara una ambulancia, por más condolencia y comprensión que quiera tener la opinión pública hacia los Padres de la Patria, puede ser culpa del mismo Congreso. Tan ocupados han estado ellos en legislar sobre temas que los colombianos no hemos deseado, ni hemos necesitado que se han olvidado de servicios básicos como éste. Las ambulancias deberían estar disponibles por toda la ciudad, encargadas de sectores determinados, para atender cualquier emergencia que se presente. No importa que se trate de un Congresista, un educador, un periodista, un hombre de la calle, una empleada de servicio, un congresista o un estudiante. Pero, lastimosamente no es así. A los conductores de ambulancias se les paga por paciente recogido. Si no recogen a nadie, no hay paga. Por eso se parquean cerca de los sitios donde ellos saben que pueden presentarse incidentes. Cerca de los bares citadinos, por ejemplo. Si se anuncia un herido, arranca la carrera de ambulancias. La primera que llegue se lleva el botín. Por crudo que suene, así es. Por eso tampoco se parquean donde el tráfico no fluye, como puede ser el centro de la ciudad. Por ende, cualquier cristiano que sufra un patatus en una zona no considerada por estos conductores, se expone a quedarse sin ambulancia. ¡Pero el Congreso ha legislado sobre la necesidad de que las personas paguen la EPS y las Pensiones así ganen por honorarios! No, no han dicho nada sobre cuál debe ser el servicio que reciban. De eso se encargan las tutelas. Allá, en las cámaras, se tramitan reelecciones, impuestos, presupuestos, cobro por minutos, transferencias, etc.


Seguramente, después de este incidente, reformarán las instalaciones del Congreso. Mejorarán los turnos médicos en sus edificios y, tal vez, tramiten alguna ley sobre ambulancias y servicios de urgencias y emergencias. Y ojalá, esperemos, que dicho proyecto, de ser propuesto, sea para todos. Para todas las zonas de las ciudades grandes y pequeñas, para todos los que trabajan, estudian o deambulan por una calle, para todo el estado y no sólo para la pequeña fracción que se ubica en los edificios de administración pública, legislación y justicia de Bogotá.

jueves, 8 de mayo de 2008

¿Nos querrán defender?


Me ha pasado, tal vez dos veces al año, que cambio de canales en el televisor, viendo qué hay para ver, porque estoy desvelado. Y, de pronto, me encuentro con el programa del Defensor del Televidente de Caracol o RCN. Seguro a ustedes también les ha pasado, seguro no lo han visto más de dos veces, seguro ni recuerdan de qué estaban hablando ese día, porque la emisión era como a las 12:30 o una de la mañana.

Así es fácil comprometerse a defender al televidente, señores: ellos (los canales) podrán decir que tienen todo un programa dedicado a atender todas las quejas y reclamos de los televidentes; que allí resuelven sus dudas sobre la ética de la producción, los valores transmitidos, la educación, etcétera; que esa es la oportunidad para enfrentar en sano debate a los productores, directores, guionistas, periodistas o cualquiera que esté involucrado en la producción de cierto programa, contra los espectadores televisivos. Y entonces nos tiran la pelota, esperando que les agradezcamos por su buena fe, por darnos ese espacio. ¿Pero a la una de la mañana para qué?

A esa hora, los padres responsables ya están durmiendo. Ellos, que tanto desean un programa para exponer sus desacuerdos con la televisión que ven sus hijos, no tienen ni oportunidad de ver el debate. Se pasarán la vida escuchando la misma respuesta: “ese tema ya lo tratamos con el defensor del televidente”. En ese programa donde, por cierto, siempre sale victorioso el canal. Y claro, porque no hay debate real. ¿A la una de la mañana quién debate? Ni siquiera se molestan (ni más faltaba) en atender una llamada en vivo. (¿A esa hora quién llama?). Así no se puede. Y bien cabría exclamar “no nos defiendan más”, como dice aquél bambuco.

¿De verdad nos querrán defender? ¿Existe verdadera defensa del televidente? Sí tuvieran la voluntad de hacerlo, de seguro ese espacio estaría en otra parte. “Pero si la gente ve novelas y no le gusta que se las corten, y los magazines y las series no darían espacio. ¿Dónde?”, nos podrían decir. Pero si lo pensamos mejor, si ponemos atención, descubriremos que hoy los noticieros de televisión tienen, cada vez, mayor parecido a un periódico: cuentan con sección de deportes, política, economía, indicadores, internacionales, sociales, entretenimiento, etc. Ahora bien, si tanta gana tienen de emitir un noticiero desde la una hasta pasadas las tres de la tarde, ¿qué les cuesta meter al defensor del televidente en un pequeño espacio de la eterna sección de farándula? Por lo menos una vez a la semana no estaría mal.

lunes, 28 de abril de 2008

Prohibido poetas en la Feria del Libro

Feria del libro. La noche ya había caído. Era hora de irse. El recinto se cerraba y un buen manojo de personas esperábamos turno para tomar un taxi. Mientras tanto apareció un hombre en bicicleta. Tenía en su ropa las marcas de haber recorrido un largo viaje en la bicicleta que arrastraba a su lado. Ésta, además, exhibía unas llantas gastadas por la marcha. Sus ropas estaban sucias y en sus bolsillos cargaba papelitos cortados como separadores de libros, los cuales contenían algunos poemas escritos por él mismo. Hablaba con acento argentino. Quería promocionar su poesía, regalarnos una gota de su expresión. Pero apenas se acercó lo asaltó la Policía. Le pidió que se fuera.

-Me hace el favor y se retira
-Pero ¿por qué, che?
-Por favor se retira que aquí incomoda a la gente que espera el transporte, señor.

La verdad es que yo no me sentí incomodado por el pobre poeta, quien, como buen poeta, empezó a protestar en defensa de su libertad de expresión. No diré mentiras, no alcancé a escuchar la conversación completa, sólo saco unos apartes de lo que dijo el poeta y el Agente de apellido Cañón, de placa 13415.

-Señor, por favor se retira
-Pero ¿qué es esto? ¿Es que sobre usted recae el peso de una dictadura? ¿Qué le estoy haciendo sho?
-Retírese por favor, no está permitido hacer esto. No obligue a retirarlo
-¿A retirarme, dice, pero si sho no estoy incomodando a nadie?

Algo dijo el agente de apellido Cañón, de placa 13415, algo que molestó al poeta.

-¿Sabe qué pasa con usted, señor? Que tiene mucha mierda en la cabeza con todo eso que les enseñan en la policía. Libérese por Dios, deje actuar a la gente.
-Me está ofendiendo, señor lo voy a retirar.

Se acercó una de las personas que hacían cola. “Señor agente, mientras usted discute cosas inútiles y molesta al señor que, por cierto, no nos incomoda, aquí la gente se nos está colando. ¿Por qué mejor no lo deja en paz y atiende lo que tiene que atender?”

Pero el agente Cañón, de placa 13415 ni se inmutó. Siguió discutiendo con el poeta. La conversación ya rodeaba los gritos. La gente empezaba a mirar con lástima al pobre poeta. “Déjelo tranquilo que no está haciendo nada “, era el grito - además tímido - de algunos. No aguanté más el nudo en mi garganta y me acerqué.

-Señor, disculpe. ¿Hay algo en el código de policía que le impida al señor acercarse a una fila a promocionar su poesía? ¿A hacer lo que está haciendo?
-Usted está haciendo cola, por favor no moleste - fue la respuesta del agente Cañón, de placa 13415.
-Supongo que esa respuesta quiere decir que no - le dije.

Pensé en la respuesta que me acababa de dar el policía. Si así se dan por terminadas las discusiones en este país, no es posible que vayamos para ningún mañana. Las autoridades no razonan. Sólo actúan. Y actúan como les parece. No debaten, se funden en su ira y quieren imponerlo todo. Por eso empezó la guerra en el país. Debido a una intolerancia que no aceptó otro punto de vista, otra forma de ser.

-Es la Feria del Libro - decía el argentino - y no se puede venir a difundir un poco de cultura.

Ya me había tocado a mí el turno del taxi. Mis acompañantes me esperaban. Me tuve que ir. Antes de subir al vehículo, el poeta me gritó, con angustia, desde su bicicleta.

-Ustedes me defienden un momento, pero ¿sabés que va a pasar? Que al final todos ustedes se van a ir y a mí me van a meter preso.


La foto obviamente la tomé de flickr. Le agradezco a su autor, quien puede ser visitado en http://www.flickr.com/photos/opinkytaku/483262256/

Apuntes de feria (del libro)

1. Una de las filas más largas dentro de la Feria del Libro se encontraba en el Pabellón 4, lugar reservado para Japón el país invitado de honor. La gente se agolpaba para ver un show de danza japonesa, un ciclo de cine de ese país y un taller de origami. En promedio, el tiempo gastado en la fila podía ser hasta de una hora. Otro de los espacios más llenos era el pabellón de Canal 13, donde se habían programado conciertos con las bandas juveniles del momento. La plataforma de mucha música, también con programación de conciertos era el tercer lugar más visitado. Me pregunto ¿Acaso no era una feria de libros?

2. El mayor éxito publicitario de la Feria del Libro corría por parte de El Almaque Brístol. Sí, tal como lo leen. A los productores de este almanaque les dio por regalar bolsas de color naranja con la imagen del almanaque. Pues la bolsa resultó tan práctica que por lo menos unas 100 personas echaron en ella todas sus compras este sábado. También comercializaban camisetas con la imagen el famoso almanaque “calculado especialmente para la República de Colombia” y con las de los famosos anuncios publicitarios que llenan sus páginas. Lo confieso: quiero ir por una de esas el próximo fin de semana.

3. No hay Feria del Libro sin lluvia. Ésta se ha vuelto parte tradicional del evento. Una ya sabe que llega a eso de las 10 de la mañana y después de almorzar tendrá que alistarse para el aguacero. Sin embargo, después de la feria de 2004 cuando Telecom organizó un concurso en el cual regalaban unos elegantes paraguas, a nadie más se le ha ocurrido dar este golpe publicitario. Y los visitantes, por nuestra parte, seguimos con la terquedad de no cargar paraguas para ir a la feria.

4. A propósito del almuerzo, una de las peores plazoletas de comidas es la de Corferias. Ojalá la bonanza gastronómica llegue hasta el afamado centro ferial, porque cada vez es mayor la cantidad de personas que prefieren echar unos sánduches en el morral, antes que comer en el recinto.

5. La Fundación Rafael Pombo continúa siendo el mejor lugar para los niños en la feria. Allí sí se promocionan las “Aventuras Literarias” de un modo lúdico, al cual nadie quisiera faltar. De hecho, a los mismos adultos nos da ganas de involucrarnos en esas actividades. Aunque, claro, nos toca aguantárnoslas. De todos modos, ya que estamos en el “boom” del entretenimiento, ¿será que es descabellado pensar en organizar actividades lúdicas, de este tipo, para adultos?

6. Ahí les dejo esos apuntes. Espero anexar otros después, pero también quiero invitar a que hagan los suyos en los comentarios de este post.

jueves, 17 de abril de 2008

Sala de urgencias


- ¡Permiso, Señor! Perdone, lo tengo que rasurar.
- ¿Qué? ¿Rasurar?, dije, mientras me llevaba la mano a la cabeza
- Es que para la cirugía se necesita. ¿Podría levantarse la camisa, por favor?

Obvio. No me iban a rasurar la cabeza, sino el abdomen. Ahí era donde iban a cortar. La enfermera no se atrevió a cortar muchos vellos, pero más tarde en cambio, noté que la cuchilla había bajado un poco más allá. Pero lo que más me incomodaba era estar desnudo. Envuelto en una sábana y sin poder moverme a causa del dolor. Pensé entonces, por un instante, que en las salas de cirugía la intimidad se pierde. Después de que la anestesia logra su efecto, te descubren, arrojan la sábana a un lado y quedas desnudo sobre la camilla. Luego te rompen, te cosen las tripas, te observan, pueden estudiarte, detallarte, reírse, admirarse, etc. Tal vez por eso, cuando uno se despierta siente dos cosas: dolor y vergüenza.

- ¡Ah! ¡Tiene los calzoncillos puestos!
- ¿No le dijeron que debía quitarse TODO?
- La enfermera dijo que esos me los quitaba acá, antes de entrar al quirófano.
- ¡No! A ver, lo tapo con las sábanas y se los quita.
- ¿Pero y... qué va a pasar con...
- Échelos aquí yo se los llevo a su familiar que está en la sala de espera.

A esa hora, quien me acompañaba en el hospital era mi suegra. Debió ser ella quien guardó mis calzoncillos. No he querido preguntarle en qué momento, ni cómo se los entregaron.

- Tranquilo, recuéstese, no mire, respire.
- Voy a ponerle los electrodos
- ¿Tipo de Sangre? ¿Tenemos los exámenes?
- ¡Que no levante la cabeza! ¡Eh! ¡Qué hombre tan curioso, fresco que no le voy a hacer nada! Sí, lo estoy inyectando. Esa es la anestesia. Por la máscara sólo le va a pasar oxígeno. Ésta anestesia es diferente a la que recibió en su anterior cirugía.
- Ya viene el Dr. Guevara
- Va a experimentar un mareo y empezará a ver borroso. No se asuste es normal...

El ambiente empezaba a desvanecerse. Mis ojos veían como si fueran un lente desenfocado. Cada vez había menos luz. Ya no sentía dolor. La anestesia cobraba efecto.

- Bueno, Gabriel. Cuando yo cuente hasta diez se habrá dormido. Tranquilo, lo vamos a operar. Suerte. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, nos vemos más tarde, nueve...
El dolor había empezado a eso de las once de la noche, cuando todavía le dábamos unos retoques a la revista. Aguanté, lo dejé pasar. Esperaba llegar a casa, tomar un laxante, ir al baño, y salir de ese problema, pero me equivoqué. No se trataba de eso. A las 12:30 de la noche me retorcía en la cama. A la 1:00 a.m. La droguería trajo el laxante. Pero no lo tomé.

Poco antes de recibirlo había sentido ganas de correr. Me levanté de la cama. Antes no había sido capaz de ponerme la pijama, entonces no fue difícil. Buscaba el baño. Abrí la puerta, pero no pude llegar hasta el retrete. Unos centímetros más atrás ya había trasbocado y todo el piso se llenó de vómito. Empecé a sentir asco de todo lo que había comido durante el día. Sentí mareo y un frío terrible que me recorría todo el cuerpo. Pero éste sudaba, sudaba a chorros, como el de un caballo de carga. De todas formas creí que el dolor se iría con ese vómito, así que trapeé el baño, limpie el lavabo y quise acostarme.

Pero nunca antes deseé vomitar más que otra cosa. Las náuseas y el vómito me hacían olvidar de ese dolor punzante en el estómago. Sentía como si alguien lo estuviera halando, tratando de arrancármelo. Me acostaba hacia la izquierda, hacia la derecha, boca abajo y hacia arriba. Pero no lo soportaba, no podía. Quise dormir para que el sueño se lo tragara y me hiciera olvidarlo. Tampoco lo logré. Hacia las tres de la mañana ya había vomitado entre 10 y 15 veces. Primero era una mezcla entre agua y alimentos, después un líquido amarillo que poco a poco se fue tornando verde y espeso.

Con el cansancio acumulado, la deshidratación, las náuseas y el sueño empecé a ver oscuro. Todo daba vueltas. El dolor se incrementaba y era tan fuerte que ya no pude sostenerme en pie. Me derrumbé junto al retrete y noté que tenía en mi mano el teléfono. Eran las tres y diez.

- ¡Aló!
- Necesito ayuda
- ¿Qué te pasó? ¿Estás bien?
- Siento que el estómago se me va a estallar. No me puedo sostener de pie. He vomitado mucho. Estoy sudando frío. Necesito que me lleves a la clínica.
- ¡Ya.... ya.... ¡Ya voy para allá!


- ¿Te ayudo a subir? ¡Ay! ¡Estás frío!
- Me duele...
- ¿Comiste algo raro? ¿A qué hora llegaste?
- Me duele....
- ¿A qué clínica vamos?

En la Sala de espera seguí sintiendo náuseas. Prácticamente espere el llamado del doctor en el baño del hospital.
- Vamos a ordenar exámenes de sangre, de cirugía y una ecografía. También le vamos a poner suero y un medicamento para que no vuelva a sentir ganas de vomitar. Siga por aquí
- Me duele... ...estoy mareado. Veo todo oscuro.

Sentando en un mueble, con el suero colgado a un lado y los calmantes entrando por el mismo tubo, pude cerrar los ojos. Tal vez dormí, tal vez me desmayé. Despertaba y dormía de modo intermitente.

- ¿Ya estás viviendo con tu abuelita?
- ¿Qué?
- Que si ya te trasteaste para que arreglen tu casa, ¿Dónde dormiste hoy?
- Pe.. pero....
- Ah sí, yo llamé a tu casa.

Volví a mi sueño-desmayo

- Creo que está desvariando, pobre. Debe estar muy débil

A veces abría los ojos y veía a mi acompañante. Otras veces me encontraba solo. Después la volvía a ver con algunos papeles. Luego me pasaron a una camilla. Al mediodía, Ocho horas después de llegar a la clínica, desperté en medio de un grupo de médicos. Uno de ellos tenía una placa en su saco. “Dr. Guevara”, decía. Cada uno de los galenos me hacía sus respectivas preguntas:

- ¿Ha sentido dolores similares antes?
- ¿Ha vomitado?
- ¿Tuvo fiebre?
- ¿Cómo era el vómito?
- ¿Le duele más aquí o aquí?
- ¿Cuándo hago esto le duele?
- ¿Le duele más al presionar o al soltar?
- Es apendicitis, hay que operar ahora mismo – sentenció el Dr. Guevara

Antes de entrar a la preparación para la cirugía, el dolor había desaparecido. No importaba ya. Todo estaba programado. Entraría al quirófano a eso de las tres. Desperté a las 4:20 p.m...


CONTINUARÁ... en lo posible....

martes, 15 de abril de 2008

En la Ciclovía somos más



Cierto domingo, un congresista salió a almorzar. Como iba tarde o no conocía bien la ruta, se metió por la carrera indebida. Le tocó aguantar trancón, semáforos y retraso. Seguramente se vio obligado a cambiar de restaurante porque no encontró sillas vacías en su preferido, a causa de la demora. Como la comida y el mal genio no son buen maridaje, tal vez la familia se disgustó y no disfrutó del paseo dominguero. Así que, como todo buen congresista, buscó culpables externos, pues el es inocente, por supuesto. No tenía responsabilidad en lo que pasó. Y se le encendió una bombilla sobre su cabeza. ¡Claro la Ciclovía! De inmediato convenció a su familia que la culpable era la ciclovía que por eso no había vías los domingos, de ahí los trancones y retrasos. Y entonces emitió una solución salomónica: someter a la deliberación del congreso un proyecto de ley que modificara el horario de la ciclovía de Bogotá. Que no siguiera siendo de 7:00 a.m. hasta las 2:00 p.m., sino que cambiara de 5:00 a.m. a 12:00 m. Así el podría dormir y salir a almorzar en un domingo cualquiera.

¿Será posible tanta insolencia? La ciclovía es patrimonio de Bogotá. 26 años de historia, uniendo a la población de todos los estratos en un solo espacio de 120 kilómetros, no van a echarse así por la borda, ante el capricho de los propietarios de automóviles particulares. Hay más ciclistas, atletas, caminantes, vendedores, “parches” de colegio, patinadores, acróbatas, y otros deportistas que conductores de carros, cada domingo en la ciudad. Somos muchos quienes protestaremos por la medida. Las horas más concurridas de la ciclovía van desde las 10:00 a.m. hasta la 1:00 de la tarde. Después de esto, los deportistas utilizan la hora adicional para retornar a sus casas. Cambiar el horario de la ciclovía significaría lacerar los hábitos saludables de un buen porcentaje de la población de Bogotá, además de violar las atribuciones políticas de la alcaldía y el concejo de Bogotá. ¿O qué razón hay para que el congreso legisle sobre un asunto de la ciudad? ¿Existe un mico más grande que éste?

A las 5:00 a.m. sólo saldrían los deportistas de alto rendimiento, quienes recorres más de 120 kilómetros cada domingo y no precisamente en la ciclovía, sino en las carreteras hacia los municipios aledaños. Estos ya salen a esa hora y nunca han solicitado ampliación de horario de la ciclovía para ello.

El cambio de horario propuesto va en contra de las campañas de salud, de la política ambiental, de la prevención de la hipertensión en la ciudad, de las inversiones en la recreación, del derecho colectivo, de la integración socialde la convivencia ciudadana. Al Congreso se le iría hondo con esta medida. Sobre todo en un periodo caracterizado por la corrupción de los “Honorables Parlamentarios”. Y nosotros, los amantes de la ciclovía, no nos vamos a dejar. Si la medida se aprueba, yo mismo saldré en bicicleta a convocar en la población para protestar contra dicha reforma. Y según veo, no seré el único... así que mejor se echan para atrás, señores senadores, a no ser que esperen ver decenas de ciclopaseos confluyendo en la Plaza de Bolívar.

domingo, 6 de abril de 2008

¿Quién paga esta publicidad?


Están por todas partes. Aprovechan los lugares más visibles de las avenidas principales para aparecer. Exhiben mensajes como “Adelante, presidente”, "están con Colombia o están con el terrorismo”, otras con mensajes críticos hacia Venezuela y su presidente. Son vallas enormes con mensajes concretos y claros. Todas, con un marcado corte ideológico de apoyo a las actividades del gobierno, perdón, perdón, un marcado apoyo a las declaraciones de Álvaro Uribe Vélez. De hecho, no transcurre mucho tiempo entre una polémica y dura declaración y la instalación de su respectiva valla.

Antes, no se había visto publicidad de este tipo, apoyando a un personaje o alguna acción en concreto. Pero, lo más grave, es que antes, no se había visto publicidad que de modo indirecto alentara a tomar una posición en contra del gobierno o el gobernante de otro país. Porque así puede intuirse de mensajes como el incluido en la foto que acompaña este texto. No es explícito. Pero no hace falta tener más de dos dedos de frente para intuirlo.

¿Qué se pretende con esto? Pregunto. ¿Quién paga esta publicidad? La opinión pública es libre de tomar partido y las personas también están en su derecho de querer apoyar al presidente. Así mismo, quienes lo apoyan también están constitucionalmente avalados para difundir sus ideas. Sin embargo, avisos como el de la foto parecen ir más allá de la toma de partido; más allá de la política nacional.

Todo conflicto, hemos de recordar, requiere de una opinión pública que lo aliente. De ahí que las críticas, sátiras e insultos que se emiten – de modo indirecto – contra los gobiernos vecinos a través de estas vallas, y esas – más directas – que se pronuncian en las ya famosas marchas y manifestaciones mensuales, también en contra de los gobiernos vecinos, no hacen más que calentar a la opinión pública, alentarla a un conflicto. ¿Qué necesidad tenemos de eso?

Más vale, entonces, que los colombianos nos ocupemos de nuestros asuntos y, mientras nadie irrumpa en ellos, dejemos a los demás tranquilos solucionando sus problemas. Pues ya bastante ropa sucia tenemos para lavar en casa.

Eso sí, me gustaría conocer quién paga esta publicidad y cuáles son sus razones para ello.

miércoles, 12 de marzo de 2008

¿Y Ecuador qué?

A Ecuador se dirige el 4,3% de nuestras exportaciones. Y tal vez los 1.276 millones de dólares que representan no signifiquen mucho para algunos, pero es nuestro tercer destino de exportación, después de Venezuela y Estados Unidos. De ese país también proviene el 9% de nuestros turistas. Que, por cierto, si se suman con los venezolanos, la cifra superaría al número de turistas estadounidense que visita Colombia. Pero, además, Ecuador es el país con la balanza comercial más positiva en relación con el porcentaje de lo importado, con respecto a lo exportado. Pues lo que traemos del país del sur apenas alcanza los 564 millones de dólares.

Sin embargo, parece que el tema de Ecuador, a nadie le ocupa. Por lo menos, en la capital el ambiente no se siente así. Las relaciones con Venezuela se enfriaron y los comerciantes, Analdex y Fedesarrollo, anunciaron que echaban atrás su “plan de contingencia” para la crisis comercial. Desde Miami, Juanes anuncia un concierto con una decena de artistas para mostrar que colombianos y venezolanos somos la pasta de la paz y la hermandad. Y desde Bogotá y Caracas se celebra el retorno de los diplomáticos de ambos países a estas mismas ciudades.

¿Y Ecuador qué? Ha anunciado que las relaciones se restaurarían de a poco. De hecho, no ha mostrado intenciones de querer hacerlo. Además, a diferencia de Venezuela, para Ecuador es más fácil dejar de importar de Colombia. Bien podría liquidar la mayoría de los productos que nos compra y quedarse con la energía. Por si fuera poco, bien podría dejarnos sin arroz y sin mariscos. Dos alimentos en los cuales estamos escasos. Pero la prensa, la diplomacia, las entidades y los comerciantes no hablan de Ecuador.

Les preocupa la frontera en Cúcuta, pero no en Ipiales. Eso hasta quedó demostrado con la ínfima importancia que recibió el paro de transportadores colombianos y ecuatorianos en Rumichaca. Y hoy, un día después de que ese mismo puente internacional, recibió una manifestación de los dos países solicitando restaurar las relaciones diplomáticas y comerciales, ningún medio de audiencia nacional le dio una reseña. Nada aparte de los 3.600 caracteres publicados en el Diario del Sur. No existe muestra más clara de que el sur sigue siendo una región olvidad, sin importar los US$ 669.167 de exportaciones que anualmente se registran en la aduana Ipialeña.

jueves, 6 de marzo de 2008

¿Qué sabemos de la guerra?

En días pasados me puse a pensar en lo poco que conocemos de la historia de nuestro país los integrantes de las llamadas nuevas generaciones. Apuesto a que muchos de los menores de 30 años jamás hemos pensado en cuál es la historia del ELN, las Farc, el EPL y hasta el M-19. Tal vez nos remontaremos a una anterior clase de las entonces “Ciencias Sociales”, que recordaremos como si se tratara de un sueño, para balbucear alguna que otra reseña para respondernos la pregunta.

La mayoría de nosotros podrá sostener y encontrar argumentos para decir que esos movimientos no tienen razón de ser, que los mueve el ansia de poder, el dinero del narcotráfico y etcétera, etcétera. Y es increíble que sigamos viviendo de manera tan ausente una guerra que nos ha acompañado desde que nacimos. Toda nuestra vida, señores, la hemos vivido en medio de un conflicto. Nuestra generación no conoce qué es vivir en paz. No conoce la tolerancia y, en algunos casos, no conoce la libertad.

Cuando yo era niño, recuerdo, creía que todos los países tenían guerrilla. Que era una condición natural de cada país, tal como tener un gobernante. “No seas bruto – me dijo un primo – eso sólo pasa acá”.

Entonces pienso que ese olvido no es sólo culpa nuestra. Aunque los noticieros nos recuerdan, día a día, el conflicto. ¿En cuántas telenovelas vemos una alusión a él? ¿En cuántos partidos de fútbol de cada domingo vemos un minuto de silencio por las víctimas que mueren cada día? ¿A cuántas fiestas dejamos de asistir porque nos duele un país en guerra? ¿A diario, en todo lo que hablamos, cada lugar que visitamos, en todo lo que vemos, recordamos o pensamos, cuántas veces hablamos del conflicto, de su origen, de sus causas?

Es posible que hayamos considerado algunas causas, pero hablamos de ellas, “arreglamos el país” un rato y volvemos a lo mismo, al olvido. ¿Cuánto nos costará despertar? Tal vez nuestra guerra tenga una razón de ser. Tal vez haya algo más que narcotráfico, algún vacío que antes no fue solucionado y se fue degradando hasta ser lo que es hoy. Pero nuestra generación desconoce las fallas de sistemas políticos anteriores, la exclusión, la pobreza, la injusticia.

No soy partidario de ningún movimiento guerrillero. Pero sí creo necesario que nuestra generación despierte y se pregunte por los orígenes de esta guerra. Porque muy pronto nosotros estaremos al frente de ella. A los grupos alzados en armas les sucederá lo mismo. ¿Y entonces qué vendrá? Una guerra de matar por matar, por costumbre, porque los anteriores líderes ya pasaron a mejor vida y nos dejaron el conflicto de herencia. No sabremos por qué peleamos. Simplemente pelearemos en una guerra eterna. No señores, es hora despertar.

lunes, 21 de enero de 2008

Los platos rotos

La tapa fue una nota televisiva de Cablenoticias en la que rememoraban la tragedia de Armero en 1985, cuando un alud de tierra se deslizó desde el Volcán Nevado del Ruiz y cubrió esa población. Claro, es de entender que los pobrecitos periodistas de ese medio no podían dejar perder la oportunidad de ganar audiencia con una crónica amarillista y partiendo del falso supuesto de que lo mismo podría ocasionar el volcán Galeras. Entonces no encontraron más remedio que recordarnos a los 23.000 colombianos que murieron sepultados por la avalancha, las imágenes de Omaira Sánchez y los restos de una población que se hundió en el lodo. ¿Y todo esto para qué?

Pero las noticias alarmantes comenzaron poco después de la erupción del volcán, cuando los noticieros de los canales privados aprovecharon la hora del prime time para emitir boletines informativos cada 10 minutos. Fue un cabeza a cabeza por el rating. Nos sorprendieron de verdad: ¡No emitieron comerciales! ¡Transmitieron informes sobre el Volcán Galeras! Pero lo peor de todo es que no tenían nada que informar. Todo terminaba en frases repetitivas y de relleno: “recordemos que en 1993…” “a lo largo de este año…” “esta tarde fuimos los primeros en informar que…” “¿Qué pasa en Pasto?” “La gente está en las calles y sintió temor…”
Sin embargo, todo esto nos sirvió para enterarnos de que en Pasto no existen equipos ni turnos para transmisión en directo por los canales privados. Aunque, por ahora, dejemos ese tema como harina de otro costal.

Lo que sucedió es que alarmaron al país por completo. Ese día recibí llamadas que querían preguntarme si sabía cómo estaba mi familia, si todos estaban bien y durante un par de días más todos me preguntaron lo mismo. Tres de esas llamadas las recibí antes de poder comunicarme con mis familiares, con lo cual deduje que más alarmados estaban los que nunca han convivido con el volcán, lo cual es normal. No porque sepan manejar el miedo, sino porque desconocen la exageración mediática.

En vacaciones alguien me dijo que alguna estadística (la cual tengo que averiguar) decía que hay más nariñenses que paisas regados en el país. Si eso es cierto, sería explicable que las líneas de telefonía fija y celular colapsaran desde las 8:15 de la noche. A esa hora no era posible llamar a Nariño, porque, por supuesto, medio país estaba llamando alarmado.

“Tenemos información de que unas 450.000 personas están en riesgo y deberán ser reubicadas de inmediato”, dijo D'arcy Queen. (Afortunadamente el Alcalde de Pasto la corrigió). No quiero imaginarme como sería un plan para evacuar esa cantidad de gente. Las zonas de riesgo en realidad agrupan unas 8.000 personas; el volcán hizo erupción pero no produjo un gran movimiento sísmico, de hecho, alguna vez alguien me explicó que los volcanes no producen terremotos sino emisiones de gases, lava y piro clastos; la población de Pasto sí se asustó con el estruendo de la explosión, pero más susto se llevó la teleaudiencia de los noticieros colombianos; el volcán nevado del Ruiz desencadenó una avalancha porque la nieve de su cima se derritió…

Cuando logré comunicarme con mi familia, todos estaban tranquilos. “Díganle a todos que estamos tranquilos, no ha pasado nada. Ya todos están por llegar a la casa. Fue el ruido de la explosión y ya. Luego todos subimos a la terraza y vimos el volcán que explotó otra vez. Se veía una llamarada roja y después una fumarola enorme. Fue un espectáculo bien bonito”.

¿Y entonces todo esto para qué? Desde hace mucho he venido pensando que ya a los medios les importa un bledo servir a la sociedad. Hoy se informa para cautivar, para aumentar audiencia, lo que a su vez significa incrementar los ingresos publicitarios. Quitarle audiencia a otro canal y en horario prime ocasiona que este otra disminuya sus ingresos y su cantidad de público, por lo tanto, su interés para que la publicidad llegue a ese canal, también disminuye. Así se entra en una guerra del todo se vale. Y lo mejor para eso es una tragedia. ¡Lástima, para ellos, que no se les dio!

En cambio Pasto pagará los platos rotos, pues sobre ésta ciudad vendrá un periodo de unos 3 ó 4 meses de recesión económica, debido al miedo infundido tanto en foráneos como en habitantes. Los sitios turísticos enfrentarán una significativa disminución de público. El porcentaje de aprobación de créditos se va a disminuir. Las inversiones tardarán en llegar o no querrán volver. Y con eso el empleo también se irá. ¡Ay, colegas, si fuésemos más responsables…!

Prueba

Estoy realizando algunas pruebas para volver... Published with Blogger-droid v1.3.4