Cuando trabajas en una revista, tienes cierres. Y cuando tienes cierres pasan problemas y afanes por tu cabeza. Y de repente, te pones sentimental. Recuerdas: cuando era niño me gustaba leer la prensa, las revistas. Y ahí leía comentarios sobre libros, discos, personas. Hablaban de temas nacionales y de farándula. Cromos, Cambio 16, Semana, El Espectador, eran nombres que tal vez me admiraban. Y creía en esos cometarios; pensaba que eran opiniones sofisticadas de personas que trabajaban y conocían mucho sobre la sociedad, el país y el mundo. Quienes escribían, tal vez, tenían sus manos el don del conocimiento.
Quise ser periodista y ahora soy yo quien escribe. Y desde este lado veo cómo siempre corre la improvisación, el texto para rellenar el espacio, las frases que nos inventamos para embellecer un artículo, la parafernalia de montar las fotografías para que todo se vea bonito. Se devela la verdad de que nada es original ni exclusivo: esta empresa o la otra trabajan con los mismos, pero a una le va mejor. Todas las marcas de yogures tienen el mismo proveedor de saborizante. Todos los restaurantes, o la gran mayoría de ellos, le compran la carne al mismo productor. Y entra la noche y cortamos temas. Nos obligan a escribir bellezas de aquel que pagó. El criterio a veces se va al carajo y, si se puede, logramos contar con un par de páginas para incluir el tema que de verdad queríamos reportear, investigar. Y tal vez, si el tiempo alcanzó, hasta quedó bien hecho. Se imprime y, al día siguiente, volvemos a empezar.
Y entonces me pregunto, cuántos de nuestros lectores verán nuestros textos con la misma admiración que yo los leía cuando era niño....
Quise ser periodista y ahora soy yo quien escribe. Y desde este lado veo cómo siempre corre la improvisación, el texto para rellenar el espacio, las frases que nos inventamos para embellecer un artículo, la parafernalia de montar las fotografías para que todo se vea bonito. Se devela la verdad de que nada es original ni exclusivo: esta empresa o la otra trabajan con los mismos, pero a una le va mejor. Todas las marcas de yogures tienen el mismo proveedor de saborizante. Todos los restaurantes, o la gran mayoría de ellos, le compran la carne al mismo productor. Y entra la noche y cortamos temas. Nos obligan a escribir bellezas de aquel que pagó. El criterio a veces se va al carajo y, si se puede, logramos contar con un par de páginas para incluir el tema que de verdad queríamos reportear, investigar. Y tal vez, si el tiempo alcanzó, hasta quedó bien hecho. Se imprime y, al día siguiente, volvemos a empezar.
Y entonces me pregunto, cuántos de nuestros lectores verán nuestros textos con la misma admiración que yo los leía cuando era niño....
1 comentario:
El periodismo es como el primer amor: muchas veces lo odiamos con toda el alma, pero siempre va a estar en nosotros. En ocasiones lo perdonamos, vivimos tranquilos, pero a cada tanto vuelve a jodernos la existencia. ¡Una malparida relación de amor y odio que nunca se acaba!
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