A veces termino en tertulias en las cuales me entero de cosas increíbles. Hace unos días, por cuestiones del periodismo, terminé metido en una reunión social de empresarios. Había pasado poco después de la extradición de los paramilitares y, como era de esperarse, el tema salió a flote. Y allí había gobiernistas y anti-gobiernistas. Pero me impresionó la afirmación de uno de los asistentes: “de buena fuente me dijeron que lo mínimo, LO MÍNIMO, que pagaban los jefes paras a los guardias, para que les metieran un teléfono celular era cinco millones de pesos”. Era de esperarse, claro, que entonces los procesos judiciales se complicaran.
Cualquiera concluiría, claro, que el poder de los paras seguía intacto aún en la cárcel. Sí claro, hasta aquí no he descubierto más que agua tibia. Y esa es la razón que se adujo para extraditarlos. “Estaban entorpeciendo los procesos de justicia y paz”. (Desde ralito, de hecho, no habido ni justicia, ni paz). Puede ser, sí, que entorpecieran la justicia, de hecho, el hallazgo de la caleta con las escrituras de Jorge 40 demuestra que quienes tenían información empezaron a revelarla después de la extradición. Pero, por más que la extradición se haya planeado en secreto durante meses, como dijo Mindefensa, es muy raro que se los enviara así: de la noche a la mañana. “Yo me voy a quedar despierta esta noche – le dijo Tola a Maruja – ¿Vos creés que me voy a perder la extradición de mañana por quedarme dormida?”
Me viene, entonces, una escena de una novela de Camilleri. Un detective del Servicio Secreto le dice al Comisario Montalbano que las sospechosas muertes que el protagonista está investigando fueron causadas porque el servicio secreto notó que sabían mucho sobre un asunto de estado y por eso debieron “neutralizarlos”. De ahí que lo primero que me pregunté fue si el gobierno quiso “neutralizar” a los paras con la dichosa extradición. ¿Será que sabían mucho? Y si era así ¿qué es lo que sabían? ¿Por qué extraditarlos “rapidito” a las 3, 4 ó 5 de la mañana, casi sin decir nada?
Pero después surgió otra duda: la duración de las penas. En Estados Unidos pagarían, por mucho, ocho años de cárcel. Nada. ¿Y cuando salgan volverán? No, no seamos ilusos. Bien podrían quedarse por allá. Se fueron sin decirnos nada, sin contarnos todo. “Se marcharon para siempre... ...gime el viento en los aleros, desmorónanse las tapias...”. Entonces el panorama es más claro: quedaron neutralizados para así no revelar lo que fueran a revelar. ¿Y el premio? Una temporada corta en la cárcel por haber enviando unos kilos de coca a Estados Unidos (porque nunca se pueden demostrar todas las toneladas de las cuales son responsables) y la tan preciada libertad. Les evitaron pasarse a la justicia ordinaria y el devolver todas las tierras.
Claro está, todas estas son conjeturas, cavilaciones. Pueden considerar estos párrafos un relato de ficción, puesto que nadie tiene pruebas ni conoce la verdad. Tal vez, después de muertos, Dios nos cuente lo que sólo él sabe que pasó. Mientras tanto, seguiremos gobernados y acosados por la impunidad. Al fin y al cabo, en este país, las personas honradas siempre “llevamos del bulto”, como se dice en el campo.
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