domingo, 11 de noviembre de 2007

Las crónicas y relatos de J.A. Osorio

Hace unas semanas me deleité leyendo la reseña “Relatos, de John Cheever”, publicado por Camilo Jiménez en su blog. (http://elojoenlapaja.blogspot.com/). Yo no he leído a este autor, admito, además que no lo conocía. Pero, por alguna razón, la lectura de la reseña y de los comentarios me trajo a la memoria las crónicas y relatos de uno de los mejores cronistas bogotanos, uno que, además, la historia ha olvidado. Un autor que se dedicó a relatar la vida cotidiana, sobre todo, de la pobreza bogotana antes de los años 50. Se trata de José Antonio Osorio Lizarazo. Sus crónicas, cuentos y novelas corresponden, más que todo, a los años 30 y, tal vez, ofrece los textos más significativos de la llamada “Atenas Suramericana”, pues aunque Osorio alcanzó a vivir el bogotazo, para entonces ya estaba próximo a dejar de escribir, aunque murió 16 años después. J.A. Osorio, acompañaba a sus personas a vivir en la extrema miseria, se hacía amigo de ellos para poder relatar su intimidad, le cautivaban todos lo que estuvieran desde el centro de la capital hacia el sur, al parecer también se relacionó mucho con el gremio entonces agonizante de los tipógrafos, que luchaba por no desaparecer. No era activista pero sí ensayista y conocía muy bien las ideologías de los nacientes sindicatos. Pero más allá de retratar esa realidad, también inventó personajes con historias increíbles aunque posibles y encontró otros reales que parecían vivir su propio relato de ficción, tal como lo demuestran algunos apartes de la crónica “Pablo Emilio Mancera, el hombre que durante 40 años publicó un periódico del que era el único lector”, publicada por el diario El Tiempo, el 26 de marzo de 1939. (Parece que entonces los espacios eran más generosos con los títulos):

“Ahora Pablo Emilio Mancera, al filo de los sesenta años, está refugiado en un pueblo de la Costa, buscando un poco de calor personal para sus huesos envejecidos sin fruto personal. No en vano se mantuvo durante cuarenta años de pies ante un chibalete, en una diminuta imprenta que fue la única propiedad de su existencia… … ‘Una edición representaba, por consiguiente, algo más del salario correspondiente a un mes. Pero era indispensable que yo sostuviera el periódico, y así fui acostumbrándome a no comer. Y hoy, mi querido amigo, puedo vivir con dos panelitas de leche, un centavo de queso y un pan…’

… ‘Claro, compañero, cuando estos amigos míos alcanzaban posiciones ambicionadas, se avergonzaban de haber colaborado en cosa tan humilde y tan rebelde como mi periódico y me negaban el saludo, cuando iba a ofrecerles una suscripcioncita’.

… Lo acompañé a buscar (pedir) dos pesos por la ciudad para comprar media resma de papel. Anduvimos mucho. No quiso entrar a un café a tomar algo. ‘No hay tiempo, compañero. El periódico espera. Puede llover de un momento a otro, y la imprenta está a la intemperie. Hay que cubrirla. Además, si cae granizo, el tipo se daña’… …Así el periódico circulaba solamente cuando Mancera había conseguido tres pesos…

…Tenía, por primera vez, dinero. Me parece que con ocasión del cruel asesinato del general Uribe Uribe hizo una edición especial de La libertad, con intención consagraticia, y pudo incluir en ella un gran retrato del caudillo ultimado. Esta edición fue, acaso, la única que trascendió al público y no pasó, bajo el brazo de Mancera desde las cajas hacia las retinas de quien nunca habría de leerla. Me dijo que le habían quedado como cien pesos…

… ‘¡Cien pesos, compañero! Como para mejorar notablemente la imprenta Pero no me pertenecen a mí, propiamente, aun cuando los hubiera obtenido con mi trabajo… …había que invertirlos en la educación de los obreros. Meditamos, con Carlina mi mujer, muy detenidamente la cuestión. ¿Compraríamos unos libros, fundaríamos una escuela, crearíamos una biblioteca? Para cualquier cosa, cien pesos eran muy poco dinero. Podíamos fundar un sindicato, compañero, como base para que los obreros fueran siendo felices, por la conexión de sus aspiraciones’…

…Cuando Mancera vinculó su vida a la de la señora Carlina, ésta había aportado al hogar algún dinerillo. Precisamente de allí salieron los tipos que constituían la imprenta de La Libertad suspendida sólo hace algunas semanas cuando su director no pudo ya mantenerse de pues frente a los chibaletes donde se guardaban las pobres matrices fundidas hace treinta años… ‘Por fortuna con la plata de Carlina habíamos podido regalarle a la biblioteca del sindicato la Historia del Mundo en la Edad Moderna, muy bien ilustrada, en cuatro tomos, que costaron cien pesos ¿no, Carlina?’…

…Mancera tuvo un hijo, tal vez antes de su matrimonio… …un pobre muchacho desnutrido y flaco, que pagó la adolescencia y se sorprendió ante la juventud sin un amparo… un día (el hijo) me escribió una carta… ‘Usted fue amigo de mi padre y yo lo soy de usted. Mi padre ha hecho de su vida una lucha sin sentido, y yo no le he encontrado sentido a la mía. Ahora amo a una mujer, centralizo en ella este mismo sentido, pero ella pertenece a un boga. Se fue con él. Como ve, tampoco por este aspecto he podido encontrar el objeto de que me hayan puesto en el mundo. Qué dice, señor: ¿Los mató? ¿Me suicido?’

…Yo no le contesté nada…”.

1 comentario:

Ivan Andrade dijo...

Yo leí El día del odio, que es sobre El Bogotazo, y me gustó mucho la forma de retratar esa Bogotá marginada que poco sale a la luz.

este escritor es poco conocido, debería ser más difundido.

Suerte.

Prueba

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