lunes, 28 de abril de 2008

Prohibido poetas en la Feria del Libro

Feria del libro. La noche ya había caído. Era hora de irse. El recinto se cerraba y un buen manojo de personas esperábamos turno para tomar un taxi. Mientras tanto apareció un hombre en bicicleta. Tenía en su ropa las marcas de haber recorrido un largo viaje en la bicicleta que arrastraba a su lado. Ésta, además, exhibía unas llantas gastadas por la marcha. Sus ropas estaban sucias y en sus bolsillos cargaba papelitos cortados como separadores de libros, los cuales contenían algunos poemas escritos por él mismo. Hablaba con acento argentino. Quería promocionar su poesía, regalarnos una gota de su expresión. Pero apenas se acercó lo asaltó la Policía. Le pidió que se fuera.

-Me hace el favor y se retira
-Pero ¿por qué, che?
-Por favor se retira que aquí incomoda a la gente que espera el transporte, señor.

La verdad es que yo no me sentí incomodado por el pobre poeta, quien, como buen poeta, empezó a protestar en defensa de su libertad de expresión. No diré mentiras, no alcancé a escuchar la conversación completa, sólo saco unos apartes de lo que dijo el poeta y el Agente de apellido Cañón, de placa 13415.

-Señor, por favor se retira
-Pero ¿qué es esto? ¿Es que sobre usted recae el peso de una dictadura? ¿Qué le estoy haciendo sho?
-Retírese por favor, no está permitido hacer esto. No obligue a retirarlo
-¿A retirarme, dice, pero si sho no estoy incomodando a nadie?

Algo dijo el agente de apellido Cañón, de placa 13415, algo que molestó al poeta.

-¿Sabe qué pasa con usted, señor? Que tiene mucha mierda en la cabeza con todo eso que les enseñan en la policía. Libérese por Dios, deje actuar a la gente.
-Me está ofendiendo, señor lo voy a retirar.

Se acercó una de las personas que hacían cola. “Señor agente, mientras usted discute cosas inútiles y molesta al señor que, por cierto, no nos incomoda, aquí la gente se nos está colando. ¿Por qué mejor no lo deja en paz y atiende lo que tiene que atender?”

Pero el agente Cañón, de placa 13415 ni se inmutó. Siguió discutiendo con el poeta. La conversación ya rodeaba los gritos. La gente empezaba a mirar con lástima al pobre poeta. “Déjelo tranquilo que no está haciendo nada “, era el grito - además tímido - de algunos. No aguanté más el nudo en mi garganta y me acerqué.

-Señor, disculpe. ¿Hay algo en el código de policía que le impida al señor acercarse a una fila a promocionar su poesía? ¿A hacer lo que está haciendo?
-Usted está haciendo cola, por favor no moleste - fue la respuesta del agente Cañón, de placa 13415.
-Supongo que esa respuesta quiere decir que no - le dije.

Pensé en la respuesta que me acababa de dar el policía. Si así se dan por terminadas las discusiones en este país, no es posible que vayamos para ningún mañana. Las autoridades no razonan. Sólo actúan. Y actúan como les parece. No debaten, se funden en su ira y quieren imponerlo todo. Por eso empezó la guerra en el país. Debido a una intolerancia que no aceptó otro punto de vista, otra forma de ser.

-Es la Feria del Libro - decía el argentino - y no se puede venir a difundir un poco de cultura.

Ya me había tocado a mí el turno del taxi. Mis acompañantes me esperaban. Me tuve que ir. Antes de subir al vehículo, el poeta me gritó, con angustia, desde su bicicleta.

-Ustedes me defienden un momento, pero ¿sabés que va a pasar? Que al final todos ustedes se van a ir y a mí me van a meter preso.


La foto obviamente la tomé de flickr. Le agradezco a su autor, quien puede ser visitado en http://www.flickr.com/photos/opinkytaku/483262256/

Apuntes de feria (del libro)

1. Una de las filas más largas dentro de la Feria del Libro se encontraba en el Pabellón 4, lugar reservado para Japón el país invitado de honor. La gente se agolpaba para ver un show de danza japonesa, un ciclo de cine de ese país y un taller de origami. En promedio, el tiempo gastado en la fila podía ser hasta de una hora. Otro de los espacios más llenos era el pabellón de Canal 13, donde se habían programado conciertos con las bandas juveniles del momento. La plataforma de mucha música, también con programación de conciertos era el tercer lugar más visitado. Me pregunto ¿Acaso no era una feria de libros?

2. El mayor éxito publicitario de la Feria del Libro corría por parte de El Almaque Brístol. Sí, tal como lo leen. A los productores de este almanaque les dio por regalar bolsas de color naranja con la imagen del almanaque. Pues la bolsa resultó tan práctica que por lo menos unas 100 personas echaron en ella todas sus compras este sábado. También comercializaban camisetas con la imagen el famoso almanaque “calculado especialmente para la República de Colombia” y con las de los famosos anuncios publicitarios que llenan sus páginas. Lo confieso: quiero ir por una de esas el próximo fin de semana.

3. No hay Feria del Libro sin lluvia. Ésta se ha vuelto parte tradicional del evento. Una ya sabe que llega a eso de las 10 de la mañana y después de almorzar tendrá que alistarse para el aguacero. Sin embargo, después de la feria de 2004 cuando Telecom organizó un concurso en el cual regalaban unos elegantes paraguas, a nadie más se le ha ocurrido dar este golpe publicitario. Y los visitantes, por nuestra parte, seguimos con la terquedad de no cargar paraguas para ir a la feria.

4. A propósito del almuerzo, una de las peores plazoletas de comidas es la de Corferias. Ojalá la bonanza gastronómica llegue hasta el afamado centro ferial, porque cada vez es mayor la cantidad de personas que prefieren echar unos sánduches en el morral, antes que comer en el recinto.

5. La Fundación Rafael Pombo continúa siendo el mejor lugar para los niños en la feria. Allí sí se promocionan las “Aventuras Literarias” de un modo lúdico, al cual nadie quisiera faltar. De hecho, a los mismos adultos nos da ganas de involucrarnos en esas actividades. Aunque, claro, nos toca aguantárnoslas. De todos modos, ya que estamos en el “boom” del entretenimiento, ¿será que es descabellado pensar en organizar actividades lúdicas, de este tipo, para adultos?

6. Ahí les dejo esos apuntes. Espero anexar otros después, pero también quiero invitar a que hagan los suyos en los comentarios de este post.

jueves, 17 de abril de 2008

Sala de urgencias


- ¡Permiso, Señor! Perdone, lo tengo que rasurar.
- ¿Qué? ¿Rasurar?, dije, mientras me llevaba la mano a la cabeza
- Es que para la cirugía se necesita. ¿Podría levantarse la camisa, por favor?

Obvio. No me iban a rasurar la cabeza, sino el abdomen. Ahí era donde iban a cortar. La enfermera no se atrevió a cortar muchos vellos, pero más tarde en cambio, noté que la cuchilla había bajado un poco más allá. Pero lo que más me incomodaba era estar desnudo. Envuelto en una sábana y sin poder moverme a causa del dolor. Pensé entonces, por un instante, que en las salas de cirugía la intimidad se pierde. Después de que la anestesia logra su efecto, te descubren, arrojan la sábana a un lado y quedas desnudo sobre la camilla. Luego te rompen, te cosen las tripas, te observan, pueden estudiarte, detallarte, reírse, admirarse, etc. Tal vez por eso, cuando uno se despierta siente dos cosas: dolor y vergüenza.

- ¡Ah! ¡Tiene los calzoncillos puestos!
- ¿No le dijeron que debía quitarse TODO?
- La enfermera dijo que esos me los quitaba acá, antes de entrar al quirófano.
- ¡No! A ver, lo tapo con las sábanas y se los quita.
- ¿Pero y... qué va a pasar con...
- Échelos aquí yo se los llevo a su familiar que está en la sala de espera.

A esa hora, quien me acompañaba en el hospital era mi suegra. Debió ser ella quien guardó mis calzoncillos. No he querido preguntarle en qué momento, ni cómo se los entregaron.

- Tranquilo, recuéstese, no mire, respire.
- Voy a ponerle los electrodos
- ¿Tipo de Sangre? ¿Tenemos los exámenes?
- ¡Que no levante la cabeza! ¡Eh! ¡Qué hombre tan curioso, fresco que no le voy a hacer nada! Sí, lo estoy inyectando. Esa es la anestesia. Por la máscara sólo le va a pasar oxígeno. Ésta anestesia es diferente a la que recibió en su anterior cirugía.
- Ya viene el Dr. Guevara
- Va a experimentar un mareo y empezará a ver borroso. No se asuste es normal...

El ambiente empezaba a desvanecerse. Mis ojos veían como si fueran un lente desenfocado. Cada vez había menos luz. Ya no sentía dolor. La anestesia cobraba efecto.

- Bueno, Gabriel. Cuando yo cuente hasta diez se habrá dormido. Tranquilo, lo vamos a operar. Suerte. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, nos vemos más tarde, nueve...
El dolor había empezado a eso de las once de la noche, cuando todavía le dábamos unos retoques a la revista. Aguanté, lo dejé pasar. Esperaba llegar a casa, tomar un laxante, ir al baño, y salir de ese problema, pero me equivoqué. No se trataba de eso. A las 12:30 de la noche me retorcía en la cama. A la 1:00 a.m. La droguería trajo el laxante. Pero no lo tomé.

Poco antes de recibirlo había sentido ganas de correr. Me levanté de la cama. Antes no había sido capaz de ponerme la pijama, entonces no fue difícil. Buscaba el baño. Abrí la puerta, pero no pude llegar hasta el retrete. Unos centímetros más atrás ya había trasbocado y todo el piso se llenó de vómito. Empecé a sentir asco de todo lo que había comido durante el día. Sentí mareo y un frío terrible que me recorría todo el cuerpo. Pero éste sudaba, sudaba a chorros, como el de un caballo de carga. De todas formas creí que el dolor se iría con ese vómito, así que trapeé el baño, limpie el lavabo y quise acostarme.

Pero nunca antes deseé vomitar más que otra cosa. Las náuseas y el vómito me hacían olvidar de ese dolor punzante en el estómago. Sentía como si alguien lo estuviera halando, tratando de arrancármelo. Me acostaba hacia la izquierda, hacia la derecha, boca abajo y hacia arriba. Pero no lo soportaba, no podía. Quise dormir para que el sueño se lo tragara y me hiciera olvidarlo. Tampoco lo logré. Hacia las tres de la mañana ya había vomitado entre 10 y 15 veces. Primero era una mezcla entre agua y alimentos, después un líquido amarillo que poco a poco se fue tornando verde y espeso.

Con el cansancio acumulado, la deshidratación, las náuseas y el sueño empecé a ver oscuro. Todo daba vueltas. El dolor se incrementaba y era tan fuerte que ya no pude sostenerme en pie. Me derrumbé junto al retrete y noté que tenía en mi mano el teléfono. Eran las tres y diez.

- ¡Aló!
- Necesito ayuda
- ¿Qué te pasó? ¿Estás bien?
- Siento que el estómago se me va a estallar. No me puedo sostener de pie. He vomitado mucho. Estoy sudando frío. Necesito que me lleves a la clínica.
- ¡Ya.... ya.... ¡Ya voy para allá!


- ¿Te ayudo a subir? ¡Ay! ¡Estás frío!
- Me duele...
- ¿Comiste algo raro? ¿A qué hora llegaste?
- Me duele....
- ¿A qué clínica vamos?

En la Sala de espera seguí sintiendo náuseas. Prácticamente espere el llamado del doctor en el baño del hospital.
- Vamos a ordenar exámenes de sangre, de cirugía y una ecografía. También le vamos a poner suero y un medicamento para que no vuelva a sentir ganas de vomitar. Siga por aquí
- Me duele... ...estoy mareado. Veo todo oscuro.

Sentando en un mueble, con el suero colgado a un lado y los calmantes entrando por el mismo tubo, pude cerrar los ojos. Tal vez dormí, tal vez me desmayé. Despertaba y dormía de modo intermitente.

- ¿Ya estás viviendo con tu abuelita?
- ¿Qué?
- Que si ya te trasteaste para que arreglen tu casa, ¿Dónde dormiste hoy?
- Pe.. pero....
- Ah sí, yo llamé a tu casa.

Volví a mi sueño-desmayo

- Creo que está desvariando, pobre. Debe estar muy débil

A veces abría los ojos y veía a mi acompañante. Otras veces me encontraba solo. Después la volvía a ver con algunos papeles. Luego me pasaron a una camilla. Al mediodía, Ocho horas después de llegar a la clínica, desperté en medio de un grupo de médicos. Uno de ellos tenía una placa en su saco. “Dr. Guevara”, decía. Cada uno de los galenos me hacía sus respectivas preguntas:

- ¿Ha sentido dolores similares antes?
- ¿Ha vomitado?
- ¿Tuvo fiebre?
- ¿Cómo era el vómito?
- ¿Le duele más aquí o aquí?
- ¿Cuándo hago esto le duele?
- ¿Le duele más al presionar o al soltar?
- Es apendicitis, hay que operar ahora mismo – sentenció el Dr. Guevara

Antes de entrar a la preparación para la cirugía, el dolor había desaparecido. No importaba ya. Todo estaba programado. Entraría al quirófano a eso de las tres. Desperté a las 4:20 p.m...


CONTINUARÁ... en lo posible....

martes, 15 de abril de 2008

En la Ciclovía somos más



Cierto domingo, un congresista salió a almorzar. Como iba tarde o no conocía bien la ruta, se metió por la carrera indebida. Le tocó aguantar trancón, semáforos y retraso. Seguramente se vio obligado a cambiar de restaurante porque no encontró sillas vacías en su preferido, a causa de la demora. Como la comida y el mal genio no son buen maridaje, tal vez la familia se disgustó y no disfrutó del paseo dominguero. Así que, como todo buen congresista, buscó culpables externos, pues el es inocente, por supuesto. No tenía responsabilidad en lo que pasó. Y se le encendió una bombilla sobre su cabeza. ¡Claro la Ciclovía! De inmediato convenció a su familia que la culpable era la ciclovía que por eso no había vías los domingos, de ahí los trancones y retrasos. Y entonces emitió una solución salomónica: someter a la deliberación del congreso un proyecto de ley que modificara el horario de la ciclovía de Bogotá. Que no siguiera siendo de 7:00 a.m. hasta las 2:00 p.m., sino que cambiara de 5:00 a.m. a 12:00 m. Así el podría dormir y salir a almorzar en un domingo cualquiera.

¿Será posible tanta insolencia? La ciclovía es patrimonio de Bogotá. 26 años de historia, uniendo a la población de todos los estratos en un solo espacio de 120 kilómetros, no van a echarse así por la borda, ante el capricho de los propietarios de automóviles particulares. Hay más ciclistas, atletas, caminantes, vendedores, “parches” de colegio, patinadores, acróbatas, y otros deportistas que conductores de carros, cada domingo en la ciudad. Somos muchos quienes protestaremos por la medida. Las horas más concurridas de la ciclovía van desde las 10:00 a.m. hasta la 1:00 de la tarde. Después de esto, los deportistas utilizan la hora adicional para retornar a sus casas. Cambiar el horario de la ciclovía significaría lacerar los hábitos saludables de un buen porcentaje de la población de Bogotá, además de violar las atribuciones políticas de la alcaldía y el concejo de Bogotá. ¿O qué razón hay para que el congreso legisle sobre un asunto de la ciudad? ¿Existe un mico más grande que éste?

A las 5:00 a.m. sólo saldrían los deportistas de alto rendimiento, quienes recorres más de 120 kilómetros cada domingo y no precisamente en la ciclovía, sino en las carreteras hacia los municipios aledaños. Estos ya salen a esa hora y nunca han solicitado ampliación de horario de la ciclovía para ello.

El cambio de horario propuesto va en contra de las campañas de salud, de la política ambiental, de la prevención de la hipertensión en la ciudad, de las inversiones en la recreación, del derecho colectivo, de la integración socialde la convivencia ciudadana. Al Congreso se le iría hondo con esta medida. Sobre todo en un periodo caracterizado por la corrupción de los “Honorables Parlamentarios”. Y nosotros, los amantes de la ciclovía, no nos vamos a dejar. Si la medida se aprueba, yo mismo saldré en bicicleta a convocar en la población para protestar contra dicha reforma. Y según veo, no seré el único... así que mejor se echan para atrás, señores senadores, a no ser que esperen ver decenas de ciclopaseos confluyendo en la Plaza de Bolívar.

domingo, 6 de abril de 2008

¿Quién paga esta publicidad?


Están por todas partes. Aprovechan los lugares más visibles de las avenidas principales para aparecer. Exhiben mensajes como “Adelante, presidente”, "están con Colombia o están con el terrorismo”, otras con mensajes críticos hacia Venezuela y su presidente. Son vallas enormes con mensajes concretos y claros. Todas, con un marcado corte ideológico de apoyo a las actividades del gobierno, perdón, perdón, un marcado apoyo a las declaraciones de Álvaro Uribe Vélez. De hecho, no transcurre mucho tiempo entre una polémica y dura declaración y la instalación de su respectiva valla.

Antes, no se había visto publicidad de este tipo, apoyando a un personaje o alguna acción en concreto. Pero, lo más grave, es que antes, no se había visto publicidad que de modo indirecto alentara a tomar una posición en contra del gobierno o el gobernante de otro país. Porque así puede intuirse de mensajes como el incluido en la foto que acompaña este texto. No es explícito. Pero no hace falta tener más de dos dedos de frente para intuirlo.

¿Qué se pretende con esto? Pregunto. ¿Quién paga esta publicidad? La opinión pública es libre de tomar partido y las personas también están en su derecho de querer apoyar al presidente. Así mismo, quienes lo apoyan también están constitucionalmente avalados para difundir sus ideas. Sin embargo, avisos como el de la foto parecen ir más allá de la toma de partido; más allá de la política nacional.

Todo conflicto, hemos de recordar, requiere de una opinión pública que lo aliente. De ahí que las críticas, sátiras e insultos que se emiten – de modo indirecto – contra los gobiernos vecinos a través de estas vallas, y esas – más directas – que se pronuncian en las ya famosas marchas y manifestaciones mensuales, también en contra de los gobiernos vecinos, no hacen más que calentar a la opinión pública, alentarla a un conflicto. ¿Qué necesidad tenemos de eso?

Más vale, entonces, que los colombianos nos ocupemos de nuestros asuntos y, mientras nadie irrumpa en ellos, dejemos a los demás tranquilos solucionando sus problemas. Pues ya bastante ropa sucia tenemos para lavar en casa.

Eso sí, me gustaría conocer quién paga esta publicidad y cuáles son sus razones para ello.

Prueba

Estoy realizando algunas pruebas para volver... Published with Blogger-droid v1.3.4