domingo, 20 de junio de 2010

lunes, 20 de octubre de 2008

Dizque DMG es un milagro. Ja!

Como está la situación en los últimos días, si uno quisiera entablar muchas amistades en Colombia, no debería hablar mal de dos temas: el Gobierno de Uribe Vélez y DMG. Criticar fuertemente a alguno de los dos es exponerse a las malas miradas, comentarios pasados de tono y hasta a cierto grado de discriminación social. Pero ¿qué más da? Es mejor aplaudir lo que se merece un elogio y cuestionar lo que se muestra oscuro. Y esto último es el caso de DMG.

Para no ahondar en descripciones sobre esta empresa, hagámoslo de un modo corto: DMG es una entidad a la cual los clientes, personas como usted y yo, podemos ir a depositar un dinero; digamos que cien mil pesos. Y entonces nos entregan una tarjeta prepago por ese valor, con la cual podemos comprar lo que nos dé la gana, obviamente, en las tiendas de DMG y las recomendadas por ésta. Pero eso no es todo, a vuelta de unos meses DMG nos devuelve el monto invertido, hasta con rentabilidades del 150%. Tal como se ve: un sistema para multiplicar el dinero.

Además de que matemáticamente no logro entender cómo una empresa puede obtener ganancias con éste método, me causa estupor la forma en que las personas reaccionan ante las oportunidades de DMG. Pero vamos por partes: primero, si David Murcia Guzmán, cuyas iniciales dan nombre a esta empresa, lo que pretende es ayudar a los pobres ¿por qué termina viviendo como un magnate en Panamá? Y teniendo en cuenta esto, ¿cómo logra tantas ganancias para vivir como vive, teniendo en cuenta que antes de DMG el señor Murcia vivía en la inopia?

Él sostiene que inventó un nuevo modelo de negocios; complejo de entender, por cierto. Tanto que se ha llegado a relacionar sus actividades con contrabando y lavado de activos. Sin embargo, otro detalle que no encajaría en este caso sería que si se trata de un criminal, cuyos fondos son ilegales, ¿por qué no teme mostrarse públicamente en los medios, tal como ha sucedido? A Murcia le han entrevistado abiertamente en medios como Semana y El Tiempo. Claro que no por eso dejarán de ser sospechosas las cajas de dinero mojado que le fueron incautadas en Putumayo (unos $10 mil millones); el transporte de dinero en empaques marcados con etiquetas falsas del Plan Colombia y las operaciones ilegales de transporte de efectivo.

Allí ya existen suficientes razones para sospechar. No obstante, los adeptos de DMG siguen creciendo. Venden sus casas, lotes, fincas, carros, retiran el dinero de los bancos y hasta piden prestado para invertir en DMG. Incluso han llegado de traducir DMG como “Dios Mío, Gracias”, pues ya tacharon a Murcia como un enviado de Dios. Y es en esta llaga, donde quiero meter el dedo. Sobre todo porque eso ya se ha vuelto argumento para defender a DMG. “Nadie lo entiende, precisamente, porque es un enviado del Cielo”, llegan a decir.

“"Mirad: preservaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de lo que posee", les dijo Jesús a sus Discípulos. “Dadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Y el dinero no es cuestión de Dios. Así que no lo metamos en ese rollo. Porque si Dios nos hubiese querido ricos, Cristo no habría venido al mundo con un mensaje de salvación; no habría venido a decirnos “Ama a tu prójimo como a ti mismo”, sino que hubiese enviado un comerciante capaz de abrir las fronteras de China hace unos 2.000 años.

Y, para añadir, aunque nada ilegal le han comprobado a DMG. Sí es cierto que todo bien o servicio que se vende o se alquila en el país tiene un supervisor. Para los bancos está la Superfinanciera; para los colegios el Ministerio de Educación; para los transportadores, el de transporte; para los restaurantes, las Secretarías de Salud y el Invima. Para DMG no hay nadie. ¿No es sospechoso ya? No señores, yo no presto mi nombre a esa empresa, mientras no sepa con certeza quién la regula, cómo es su modelo de negocio y que es totalmente legal. Prefiero abstener y enfrentar la recesión quebrado a tener que arrepentirme más tarde.

martes, 15 de julio de 2008

Salir al sol


¿Para qué existe el día si no podemos admirarlo? Sí, tal vez esta frase no es más que la expresión del padecimiento de una crisis: la de los 25. (De los ‘neo-profesionales’). “Qué duro es empezar a trabajar”. Estás muy cansado para levantarte a ver el amanecer. “Prefiero dormir otros 15 minutos”. Y estás muy ocupado para ver anochecer. “Espérese termino esto”. Hoy nuestra vida transcurre en una silla: sentados frente a computador. (¿Cómo se trabajaba antes? Sin computador, claro. Pero ¿cómo?). Y todo afuera transcurre, ni siquiera lo vemos pasar. “Cierre la persiana, que la luz refleja en mi pantalla”. Se nos va. ¿Cómo podemos decir que la calidad de vida existe, si lo más lindo de ella, el día, no lo podemos contemplar? Claro, siempre existe la opción del sábado. ¡El Sábado! “Aprovecharé el sábado para hacer esos papeles. Hoy no tengo tiempo”. “El domingo hacemos mercado”. ¡La odiosa rutina! Ya no es posible pasar una tarde en casa. En familia, para algunos. En el hogar, para otros. Tal vez, pensaría, el ritmo de la vida moderna ya es el necesario para prescindir de las oficinas. Es el único paso que no hemos dado. Al fin de cuentas, entonces, la tecnología no nos facilita la vida: la complica. Nos obliga a quedarnos estáticos en el mismo lugar. Sabemos que amanece, pero no vemos el amanecer. Salimos de casa y el día ya está allí, pero cuando retornamos ya no está. “Comes, duermes, te levantas y regresas al trabajo”. “Desde el lunes no hablo con mis hijos. – me contaba alguien una vez – Llego a casa muy tarde. Este nuevo proyecto me hace salir del trabajo casi a las 10. Cuando llego están dormidos. Les doy un beso y espero que duerman tranquilos. Al día siguiente, salgo temprano, no alcanzo a verlos”. (Era jueves). ¿Qué sentido tiene esto, entonces? ¿Para dónde va la vida? Construimos calles bonitas, pero no caminamos despacio; El transporte más eficiente es aquel al que le cabe una mayor cantidad de personas; si quieres ver televisión, debes trasnochar; ¿Una película? Sí, claro, entre las 11 de la noche y la una de la mañana. “A esta hora, debería estar en casa, leyendo un libro. Pero no, estoy en cierre y son las diez”. (No, esta frase no es mía, es de una colega). Y el día transcurre afuera, sin nosotros, quienes estamos presos en un buró. “¿Por qué los liberados del secuestro se ven tan lúcidos?” Porque tuvieron días enteros para reflexionar. ¿Hace cuanto no reflexionas? Trabajas todo el día, nunca ves el sol. “¿Has notado lo blanca que tienes la piel?”. Y así se va la vida. Ojalá pudiéramos cumplir con el imperativo de aquella canción: “Hay que salir al sol...”.

lunes, 23 de junio de 2008

Los niños del cielo


Un andén, una esquina, una noche. Pasas por la calle maldiciendo que la plata no alcanza. Haces cuentas: ¿cuánto debo? Los servicios, el arriendo, el bus, la administración. Desde el cielo se oye una amenaza de lluvia. “Malditos ricos, lo tienen todo”. Te toca caminar, correr, bajar hasta la avenida antes de que suene el trueno. Si tomas taxi resulta costoso. Y te sientes desafortunado. “Maldita vida que me tocó. ¿Por qué todo es tan difícil?” No tienes el dinero para un negocio. Tal vez, tu trabajo no es el que quisieras. “Los sueños: ¿Esto es lo yo hubiera soñado? ¿Esto es lo que quería ser?”Y te quejas. Todo el tiempo de quejas de lo que tienes. Pero cruzas la calle. Estás llegando a la esquina y escuchas un gemido. Es un lamento de un niño que llora. No alcanzas a entender sus palabras, pero volteas la mirada. Y lo ves en el andén, recostado al lado de una pared mediana. Se arropa con una chaqueta y está acurrucado contra el muro. Su rostro no se ve porque da contra la pared. Y sigue llorando.

A esa edad, cuando yo lloraba así, lo hacía en el rincón de una cama. Si estaba muy triste, mi mamá, mi papá o mis hermanos iban a hablar conmigo y, de algún modo me sacaban una sonrisa. Pero no había ningún padre cerca de este niño. Lloraba. No se sabía por qué. Tendría frío, además. Y la lluvia ya había anunciado que vendría. Te das cuenta que no pudiste avanzar más. Sí, ibas caminando, pero te detuviste a mirar. “Los sueños. Al diablo los sueños. Yo estoy bien como estoy, pero ¿qué será de este pobre niño?” “No tiene cama, ni cobija. No tiene un lugar secreto para llorar”. Y todos pasan junto a él con indiferencia.

Siempre recuerdo que jugaba con mi hermano. Hasta hacíamos travesuras. Y cuando veo un par de niños vendiendo dulces recuerdo esas épocas. “Imaginábamos ser héroes que salvaban al mundo, aventureros como Indiana Jones, exploradores, policías y ladrones. Imaginábamos”. Estos niños no imaginan. Están obligados a pensar como adultos. “Tenemos que vender tantos dulces hoy”. Días atrás vi como dos niños lamentaban que sus dulces se cayeron por una alcantarilla. Se quedaron sin nada para vender. ¿Por qué? Por andar jugando. Y el niño de la acera continúa llorando. Quieres acercarte. Preguntarle qué pasa. Ayudarlo. Das un paso. “¿Y si fuera una trampa para robarlo a uno?”. “Maldito país que nos ha sembrado la desconfianza”. ¿Te atreves o no? La verdad, ni siempre. Hay personas que sí lo hacen. Atenderían al niño y, tal vez, lo llevan hasta una panadería para comprarle un roscón. Otros se van rezando por él. “¡Dios le ayude! ¡Dios ayude a todos los pobre, desconsolados y desahuciados niños de la calle!”. “De ellos es el reino de los cielos”. Ése que, muchos dudan que existe. “Los hombre, al fin y al cabo, todo es culpa de los hombres, los seres humanos. Por los hombres existen los pobres”. Y para los pobres está el reino de los cielos. Sí, el de los cielos. Porque de los ricos es el reino de la tierra.

viernes, 6 de junio de 2008

Cavilaciones extraditadas


A veces termino en tertulias en las cuales me entero de cosas increíbles. Hace unos días, por cuestiones del periodismo, terminé metido en una reunión social de empresarios. Había pasado poco después de la extradición de los paramilitares y, como era de esperarse, el tema salió a flote. Y allí había gobiernistas y anti-gobiernistas. Pero me impresionó la afirmación de uno de los asistentes: “de buena fuente me dijeron que lo mínimo, LO MÍNIMO, que pagaban los jefes paras a los guardias, para que les metieran un teléfono celular era cinco millones de pesos”. Era de esperarse, claro, que entonces los procesos judiciales se complicaran.

Cualquiera concluiría, claro, que el poder de los paras seguía intacto aún en la cárcel. Sí claro, hasta aquí no he descubierto más que agua tibia. Y esa es la razón que se adujo para extraditarlos. “Estaban entorpeciendo los procesos de justicia y paz”. (Desde ralito, de hecho, no habido ni justicia, ni paz). Puede ser, sí, que entorpecieran la justicia, de hecho, el hallazgo de la caleta con las escrituras de Jorge 40 demuestra que quienes tenían información empezaron a revelarla después de la extradición. Pero, por más que la extradición se haya planeado en secreto durante meses, como dijo Mindefensa, es muy raro que se los enviara así: de la noche a la mañana. “Yo me voy a quedar despierta esta noche – le dijo Tola a Maruja – ¿Vos creés que me voy a perder la extradición de mañana por quedarme dormida?”

Me viene, entonces, una escena de una novela de Camilleri. Un detective del Servicio Secreto le dice al Comisario Montalbano que las sospechosas muertes que el protagonista está investigando fueron causadas porque el servicio secreto notó que sabían mucho sobre un asunto de estado y por eso debieron “neutralizarlos”. De ahí que lo primero que me pregunté fue si el gobierno quiso “neutralizar” a los paras con la dichosa extradición. ¿Será que sabían mucho? Y si era así ¿qué es lo que sabían? ¿Por qué extraditarlos “rapidito” a las 3, 4 ó 5 de la mañana, casi sin decir nada?

Pero después surgió otra duda: la duración de las penas. En Estados Unidos pagarían, por mucho, ocho años de cárcel. Nada. ¿Y cuando salgan volverán? No, no seamos ilusos. Bien podrían quedarse por allá. Se fueron sin decirnos nada, sin contarnos todo. “Se marcharon para siempre... ...gime el viento en los aleros, desmorónanse las tapias...”. Entonces el panorama es más claro: quedaron neutralizados para así no revelar lo que fueran a revelar. ¿Y el premio? Una temporada corta en la cárcel por haber enviando unos kilos de coca a Estados Unidos (porque nunca se pueden demostrar todas las toneladas de las cuales son responsables) y la tan preciada libertad. Les evitaron pasarse a la justicia ordinaria y el devolver todas las tierras.

Claro está, todas estas son conjeturas, cavilaciones. Pueden considerar estos párrafos un relato de ficción, puesto que nadie tiene pruebas ni conoce la verdad. Tal vez, después de muertos, Dios nos cuente lo que sólo él sabe que pasó. Mientras tanto, seguiremos gobernados y acosados por la impunidad. Al fin y al cabo, en este país, las personas honradas siempre “llevamos del bulto”, como se dice en el campo.

viernes, 30 de mayo de 2008

Cierres

Cuando trabajas en una revista, tienes cierres. Y cuando tienes cierres pasan problemas y afanes por tu cabeza. Y de repente, te pones sentimental. Recuerdas: cuando era niño me gustaba leer la prensa, las revistas. Y ahí leía comentarios sobre libros, discos, personas. Hablaban de temas nacionales y de farándula. Cromos, Cambio 16, Semana, El Espectador, eran nombres que tal vez me admiraban. Y creía en esos cometarios; pensaba que eran opiniones sofisticadas de personas que trabajaban y conocían mucho sobre la sociedad, el país y el mundo. Quienes escribían, tal vez, tenían sus manos el don del conocimiento.
Quise ser periodista y ahora soy yo quien escribe. Y desde este lado veo cómo siempre corre la improvisación, el texto para rellenar el espacio, las frases que nos inventamos para embellecer un artículo, la parafernalia de montar las fotografías para que todo se vea bonito. Se devela la verdad de que nada es original ni exclusivo: esta empresa o la otra trabajan con los mismos, pero a una le va mejor. Todas las marcas de yogures tienen el mismo proveedor de saborizante. Todos los restaurantes, o la gran mayoría de ellos, le compran la carne al mismo productor. Y entra la noche y cortamos temas. Nos obligan a escribir bellezas de aquel que pagó. El criterio a veces se va al carajo y, si se puede, logramos contar con un par de páginas para incluir el tema que de verdad queríamos reportear, investigar. Y tal vez, si el tiempo alcanzó, hasta quedó bien hecho. Se imprime y, al día siguiente, volvemos a empezar.

Y entonces me pregunto, cuántos de nuestros lectores verán nuestros textos con la misma admiración que yo los leía cuando era niño....

sábado, 10 de mayo de 2008

1,2,3 ambulancias para todos


Antes de desfogar este post que me da vueltas en la cabeza desde hace algunos días, aclara que – como a todo buen cristiano – la muerte de las personas me duele y siempre lamentaré el hecho de ver cómo los seres humanos, de a uno, se marchan a mejor vida. La muerte - como decían los cuentos que mi padre relataba – se lleva a todos por igual. Es la más justa de las instituciones humanas. Y así sucedió con el Senador Fernando Castro (Q.E.P.D.), cuya muerte me produjo un extraño escozor en el cuerpo, por cuanto hace menos de un mes yo había escrito, aquí mismo, en contra de uno de los proyectos de Ley que él había propuesto en el Congreso de la República. De hecho, se desvaneció, víctima de un infarto, cuando defendía dicho proyecto. El resto de la historia ya lo conocen. La ambulancia no llegó; no hubo atención médica en el recinto; llegó a la clínica en un carro particular y murió más tarde. Después vino la oleada de los medios preguntándose: “¿Qué paso con la ambulancia y el servicio médico? ¿No es increíble que en un sector como éste esos servicios no estén disponibles?” Y llenando el panorama mediático de informes y artículos que entre líneas querían decir: “Si la ambulancia y el doctor hubiesen llegado, el congresista se hubiera salvado”. (“Si mi tía tuviera bigote, sería mi tío”, podría anotar, en modo irónico, una persona que conozco…)


Después del suceso, como para anotar una anécdota, Dario Arizmendi se la pasa llamando al Congreso, ejerciendo su labor de perro guardián del pueblo, como reza una de las definiciones del periodismo, con la intención de hacer una sola pregunta: “¿Ya hay camilla en las instalaciones de Congreso?”. Que hubiese habido una, querido Darío, no hubiera cambiado la suerte del Señor Castro. Ya el médico le había advertido, a comienzos del año, que debía reposar, dejar de fumar y no beber licor porque se exponía a un paro cardiaco. El hizo caso omiso, evidentemente, de las dos primeras. No había vuelta de hoja.


Pero que no llegara una ambulancia, por más condolencia y comprensión que quiera tener la opinión pública hacia los Padres de la Patria, puede ser culpa del mismo Congreso. Tan ocupados han estado ellos en legislar sobre temas que los colombianos no hemos deseado, ni hemos necesitado que se han olvidado de servicios básicos como éste. Las ambulancias deberían estar disponibles por toda la ciudad, encargadas de sectores determinados, para atender cualquier emergencia que se presente. No importa que se trate de un Congresista, un educador, un periodista, un hombre de la calle, una empleada de servicio, un congresista o un estudiante. Pero, lastimosamente no es así. A los conductores de ambulancias se les paga por paciente recogido. Si no recogen a nadie, no hay paga. Por eso se parquean cerca de los sitios donde ellos saben que pueden presentarse incidentes. Cerca de los bares citadinos, por ejemplo. Si se anuncia un herido, arranca la carrera de ambulancias. La primera que llegue se lleva el botín. Por crudo que suene, así es. Por eso tampoco se parquean donde el tráfico no fluye, como puede ser el centro de la ciudad. Por ende, cualquier cristiano que sufra un patatus en una zona no considerada por estos conductores, se expone a quedarse sin ambulancia. ¡Pero el Congreso ha legislado sobre la necesidad de que las personas paguen la EPS y las Pensiones así ganen por honorarios! No, no han dicho nada sobre cuál debe ser el servicio que reciban. De eso se encargan las tutelas. Allá, en las cámaras, se tramitan reelecciones, impuestos, presupuestos, cobro por minutos, transferencias, etc.


Seguramente, después de este incidente, reformarán las instalaciones del Congreso. Mejorarán los turnos médicos en sus edificios y, tal vez, tramiten alguna ley sobre ambulancias y servicios de urgencias y emergencias. Y ojalá, esperemos, que dicho proyecto, de ser propuesto, sea para todos. Para todas las zonas de las ciudades grandes y pequeñas, para todos los que trabajan, estudian o deambulan por una calle, para todo el estado y no sólo para la pequeña fracción que se ubica en los edificios de administración pública, legislación y justicia de Bogotá.

Prueba

Estoy realizando algunas pruebas para volver... Published with Blogger-droid v1.3.4