¿Para qué existe el día si no podemos admirarlo? Sí, tal vez esta frase no es más que la expresión del padecimiento de una crisis: la de los 25. (De los ‘neo-profesionales’). “Qué duro es empezar a trabajar”. Estás muy cansado para levantarte a ver el amanecer. “Prefiero dormir otros 15 minutos”. Y estás muy ocupado para ver anochecer. “Espérese termino esto”. Hoy nuestra vida transcurre en una silla: sentados frente a computador. (¿Cómo se trabajaba antes? Sin computador, claro. Pero ¿cómo?). Y todo afuera transcurre, ni siquiera lo vemos pasar. “Cierre la persiana, que la luz refleja en mi pantalla”. Se nos va. ¿Cómo podemos decir que la calidad de vida existe, si lo más lindo de ella, el día, no lo podemos contemplar? Claro, siempre existe la opción del sábado. ¡El Sábado! “Aprovecharé el sábado para hacer esos papeles. Hoy no tengo tiempo”. “El domingo hacemos mercado”. ¡La odiosa rutina! Ya no es posible pasar una tarde en casa. En familia, para algunos. En el hogar, para otros. Tal vez, pensaría, el ritmo de la vida moderna ya es el necesario para prescindir de las oficinas. Es el único paso que no hemos dado. Al fin de cuentas, entonces, la tecnología no nos facilita la vida: la complica. Nos obliga a quedarnos estáticos en el mismo lugar. Sabemos que amanece, pero no vemos el amanecer. Salimos de casa y el día ya está allí, pero cuando retornamos ya no está. “Comes, duermes, te levantas y regresas al trabajo”. “Desde el lunes no hablo con mis hijos. – me contaba alguien una vez – Llego a casa muy tarde. Este nuevo proyecto me hace salir del trabajo casi a las 10. Cuando llego están dormidos. Les doy un beso y espero que duerman tranquilos. Al día siguiente, salgo temprano, no alcanzo a verlos”. (Era jueves). ¿Qué sentido tiene esto, entonces? ¿Para dónde va la vida? Construimos calles bonitas, pero no caminamos despacio; El transporte más eficiente es aquel al que le cabe una mayor cantidad de personas; si quieres ver televisión, debes trasnochar; ¿Una película? Sí, claro, entre las 11 de la noche y la una de la mañana. “A esta hora, debería estar en casa, leyendo un libro. Pero no, estoy en cierre y son las diez”. (No, esta frase no es mía, es de una colega). Y el día transcurre afuera, sin nosotros, quienes estamos presos en un buró. “¿Por qué los liberados del secuestro se ven tan lúcidos?” Porque tuvieron días enteros para reflexionar. ¿Hace cuanto no reflexionas? Trabajas todo el día, nunca ves el sol. “¿Has notado lo blanca que tienes la piel?”. Y así se va la vida. Ojalá pudiéramos cumplir con el imperativo de aquella canción: “Hay que salir al sol...”.