domingo, 9 de diciembre de 2007

Historias de cuatroojos

“No eran gafas, gafas, sino gafas de juguete”, dijo la hija. En el barrio Niza, en Pasto. “¿Pero qué pasó, mija?”. “Pues que mi hermana Johana le rompió las gafas a Dani”. “¿Pero no me dice que eran de juguete?”. “Pero siempre me costaron veinte mil pesos y, pues, ella me las quitó, salió corriendo y al querer correrse las dejó caer y se rompieron”, repuso el otro. “Bueno yo le pago los 20, dijo la madre”. Y esa fue la primera historia.

La segunda fue en el baño, por culpa de una montura barata que alojaba un lente caro. La montura ya se había torcido y, de vez en cuando, el lente se zafaba. Esto sucedió justo cuando bajé la cisterna. El vidrio cayó en la taza y se fue, con el agua, por la cañería.

La tercera fue de un primo. Iba corriendo a su casa y tropezó. Las gafas cayeron al piso. Él perdió el equilibrio y se sostuvo con la mano en un poste, pero su pie derecho fue directo a los lentes. Además era un poco gordo, lo cual ayudó a que los volviera trizas.

Una amiga protagonizó la cuarta, cuando se le desapretó un tornillo de la montura. Se acercó a la ventana para ajustarlo, pero éste salió volando desde el tercer piso hasta la calle. Más tarde fue a la óptica para repararla.

En la quinta, mi hermano, cuando usaba gafas, antes de que se le arreglara la vista. Se torció su montura. La llevó donde papá para que la viera y éste último la tomó en sus manos y la enderezó de un tirón.

Un conocido, por su parte, usa gafas para leer en el computador. No sé cómo sucedió, pero a su montura le falta una pata. Así las usa todo el tiempo. Tampoco entiendo cómo hace para que no se le descuadren o se le caigan mientras lee. Y esa es la sexta.

Pero tal vez la más insólita de todas haya sido despertar y no encontrar los lentes en la mesa de noche. Buscarlos como un loco y no encontrar nada. Llamar a preguntar si se quedaron donde el amigo visitado la noche anterior y tampoco escuchar respuesta afirmativa. Oír el timbre dos días después, abrir la puerta y saludar al chofer del carro de la basura, quien sostiene el estuche con los lentes guardados allí y dice: “Señor, al parecer esto es suyo, con gusto se lo devuelvo, si me da una recompensa”.

miércoles, 5 de diciembre de 2007

Memorias de un estudiante provinciano (IV)

El otro día hablé con Ignacio y me contó que se bebió el dinero de su mesada. Sin embargo, llamó a su padre y le dijo que lo atracaron cerca de su casa, justo después de salir del cajero. Entonces logró que le enviaran más dinero. Yo no me siento capaz de hacer eso. De hecho, sólo lo pensé una vez. Me habían dado plata para unos libros y estuve tentado a decir que me costaron 30% más. Pero me tembló la boca y no dije nada. En realidad compré los libros, pero también había gastado otro resto en un almuerzo dominical, por lo cual quedé corto de dinero. Pero no me atreví a inventar nada para sacárselo a mis papás. De hecho, completé lo del mes cobrando por escribir los ensayos de historia de algunos compañeros y con eso reuní para lo de los buses y la comida en la universidad. Tuve que trabajar el triple, es cierto y, por eso, la casa está vuelta una porqueriza, pero resolví el problema. Y no me importa haber sacado menos nota que los demás, pues, a la larga, su calificación también es mía. Al fin y al cabo aprendí más. Pero sí me molesta que existan tipos como Ignacio: se la pasan bebiendo y gastando su plata con mujeres, mientras sus padres se rompen el lomo para mandarle más plata. Es más, mi hermano se topó el otro día con su papá, quien estaba muy conmovido y le contó lo del terrible atraco sufrido por Ignacio. “Imagínese que hasta le robaron ese maletincito que le regalamos de grado”, le dijo. “Si supiera que lo cambió por unas libras de marihuana”, pensé.

lunes, 3 de diciembre de 2007

Pendencia contra el señor Valencia

Cierto día estuve en una tertulia a la cual habían invitado a Jaime Valencia para que nos hablara de su pasión por la música. Sí, era el integrante del dúo Ana y Jaime, quien después de recordar los años inmensos, hablar de su curso por décimo grado y cantar el jingle de Gudiz, contó algunas de sus experiencias con su hermana y la música. “Tuve tiempos muy difíciles”, dijo en algún momento. Obviamente no grabé la charla, pero las siguientes palabras, aunque no exactas, sí reproducen lo que dijo después: “Caí muy bajo. Para poderme sostener tuve que cantar una música horrible, esa música andina, yo no sé si ustedes habrán escuchado eso. No sé si la conocen, pero lo peor fue cuando tuve que grabar ‘La Vasija de Barro’…”.

El público rio, como cualquier público ignorante, para apoyar la afirmación del interlocutor. “Nooo. Es que con ese nombre: ¡Vasija de Barro!”, decían. Al final de la charla pregunté. Ninguno de los asistentes la había escuchado. Y no quise ocuparme de saludar al señor Valencia. Me bastó con su declaración sobre esta canción para no volver a escuchar una composición suya durante el resto de mi vida.

De cuando crecí en mi tierra natal, recuerdo que uno de los temas más aclamados, cantados con más pasión y cuya interpretación evocaba mayor sentimiento era ‘ Vasija de Barro’. Esa canción que habla de la muerte y la sepultura, de la unión con los antepasados, de la temporalidad del hombre. Esa melodía andina, lanzada en algún momento por el dúo Benítez y Valencia. “Y no se puede calificar el apego a las melodías tradicionales con el simple juicio de ‘una canción horrible’, máxime cuando éstas implican una evocación cultural que va más allá de la simple composición”. Eso pensé en un comienzo.

Hoy opino que el delito de Jaime Valencia es más grave de lo que creía. Leyendo publicaciones de la prensa ecuatoriana y, entre ellas, La Revista Virtual del Colegio de Artes Liberales de la Universidad de San Francisco de Quito, descubrí Vasija de Barro es, algo así, como un cadáver exquisito. Ni siquiera programado, sino espontáneo. La canción fue compuesta una noche en la cual el pintor Oswaldo Guayasamín invitó a unos amigos poetas a tomarse un coctel en su casa. Jorge Carrera Andrade escribió la primera estrofa, después de ver un cuadro de Guayasamín. Hugo Alemán escribió la segunda. El pintor Jorge Valencia, la tercera (quién iba a pensar que su homónimo demeritaría la canción casi 50 años después), Jorge Enrique Adoum escribió la cuarta y, al final, Carrera le pidió a Gonzalo Benítez que le pusiera música a ese poema. “Cogí la guitarra, el libro (Lo habían escrito en la tapa de un libro de Proust) y me quedé en una grada sentado por tres cuartos de hora hasta hacer la música. A las 11 y media o doce de la noche subí”, le dijo Benítez al periódico La Hora de Ecuador, en el año 2002.

‘Origen’ fue la pintura de Guayasamín que inspiró la canción. “Había pintado la vasija y dos esqueletos de chicos”, le dijo Benítez a la misma publicación. El pintor quiteño explicó que los incas eran enterrados en vasijas de barro. Entonces esta canción viene a ser una expresión de la herencia cultural andina. Y una expresión colectiva, pues fue escrita por cuatro manos que reflejaban una misma herencia. Es cierto, no a todos les gustará, como es el caso del músico tolimense de Café y Petróleo, pero sí es bueno respetar y no demeritar el valor de composiciones como ésta. A mí no me gusta el vallenato, por ejemplo, pero no me pongo a la tarea de criticar a quienes lo escuchan y hasta con placer he llegado a tocar algunos en la guitarra, para alegrar a sus simpatizantes (Eso sí, nunca me salen bien, no tengo la vena de ese ritmo). Además, reconozco que tienen un valor para la cultura colombiana. (Los más tradicionales, no los modernos de despecho). Pero en fin, ya es hora de que los colombianos de diferentes grupos de estilos aprendamos a valorar y a comprender los gustos, tradiciones y costumbres de los otros, sin ser excluyentes, pues hasta en eso estamos mal.

Y perdónenme por este post tan largo, sin embargo, habrá que volver sobre estos temas.

En el mosaico de fotos están (izq. Gonzalo Benítez. Arr. Der. Jaime Valencia. Ab. Der. Jorge Carrera Andrade). En la otra foto aparece el libro en el cual escribieron la canción.


Prueba

Estoy realizando algunas pruebas para volver... Published with Blogger-droid v1.3.4